Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

Cuando era pequeña mi padre Daniel González Arévalo tenía una hacienda en la Costa Sur. Allí pasábamos la Semana Santa y las vacaciones de fin de año. Aprendimos con mis hermanos a arrear vacas, montar a caballo, dar de comer a las gallinas y otras aves y a jugar con el perro de mi padre. También por las noches perseguimos a las luciérnagas, los ronrones y grillos. Y más de una vez corrimos o fuimos corridos por los sapos y ranas que por las noches no dejaban de croar.
Todas estas aventuras que ahora forman parte de esos hermosos recuerdos de infancia estaban ligadas a animales, tanto como las que vivimos en la ciudad con los perros de la casa. A más de decir que mi madre poseía una lora y una perica y alguna vez criamos pollitos; los que en ese entonces eran regalados como recuerdos en las piñatas y ni que decir de los peces que nos regalaban en el restaurante Cantón a finales de año por obtener buenas notas. También tuvimos tortugas y yo por mucho tiempo cuidé de una estrella de mar que mi padre me regaló.
En casa mi padre siendo médico veterinario, curaba animales de otras personas, ejemplo que siguió mi hermano mayor Luis Ramiro. Por lo que puedo decir que crecí viendo muchas especies de animales.
En ese tiempo los circos hacían gala de sus animales y proliferaban los perros en las calles, muchas mascotas apenas sobrevivían, comiendo las sobras de la mesa. Los médicos veterinarios, especializados en el cuidado de los animales eran contados y generalmente se dedicaban a atender animales de granja, los de las casas, se enfermaban y morían apenas con algún mínimo cuidado.

El origen de la organización gremial de la medicina veterinaria en Guatemala surgió en los años 1940-1950 del siglo pasado, debido al aparecimiento y diseminación de la fiebre aftosa en México, por lo que se formaron barreras sanitarias en el área fronteriza para evitar la introducción a Guatemala de dicha enfermedad contratando a los primeros médicos veterinarios graduados en universidades europeas, estadounidenses, mexicanas y brasileñas, lo que motivó la organización de estos profesionales en la Asociación de Médicos Veterinarios y Zootecnistas de Guatemala. Considerando que “El Médico Veterinario es un profesional capacitado para mantener y mejorar la salud de los animales, incrementar su producción y hacer más eficientes los sistemas de explotaciones en las especies de interés económico.” Conformándose en la Asociación de Médicos Veterinarios y Zootecnistas

En 1960, el diputado Marco Antonio Orozco, propuso la creación del Día del Médico Veterinario, estableciéndose para el 18 de julio de cada año.
Ahora acompañados de los médicos veterinarios hemos aprendido a cuidar a nuestras mascotas como miembros de la familia, vacunarlas, desparasitarlas, bañarlas y alimentarlas con concentrado especial para cada una de ellas, como seres vivos que nos brindan su compañía y cariño. Por mí y mis mascotas. ¡Feliz Día Médico Veterinario!

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