Los terribles efectos de la migración nos han atrapado en los últimos tiempos porque en plena explosión de xenofobia, llevada a extremos con la separación de los niños, ponemos nuestra atención en el drama que viven quienes arriesgan hasta la vida para viajar a Estados Unidos en busca de oportunidades para mejorar su calidad de vida aprovechando las oportunidades que históricamente ha ofrecido ese país a millones de inmigrantes que lo han enriquecido económica y culturalmente.

Pero tenemos que detenernos para analizar por qué es que los guatemaltecos emigran de forma prácticamente masiva y corren riesgos tremendos en la travesía para enfrentar un clima cada día más hostil. Y la respuesta está en que Guatemala no asegura a sus habitantes oportunidades para vivir en condiciones dignas y es tanta la adversidad y tanta la necesidad que aún en condiciones tan difíciles, familias enteras siguen aventurándose porque saben que no tienen otra opción.

Somos un país que está dejando atrás a sus habitantes más pobres y más necesitados porque hay ausencia absoluta de políticas públicas para impulsar desarrollo que permita mejores condiciones de vida. El desastre en temas como seguridad ciudadana, salud pública y, sobre todo, educación se convierte en un freno abrumador que le pasa factura a millones de personas muchas de las cuales resienten durante toda su vida los efectos que les dejó la desnutrición crónica causada por la pobreza.

Estados Unidos y Trump pueden poner todas las barreras habidas y por haber, pero mientras aquí subsista esa extrema necesidad seguirá habiendo migración ilegal simple y sencillamente porque la alternativa es, literalmente, irse muriendo de hambre porque tenemos un sistema que no genera oportunidades y que, lejos de eso, se ha conformado con explotar el producto de las remesas que son enviadas a un altísimo costo de sangre, sudor y lágrimas.

El abandono de las funciones esenciales del Estado porque todo se ha volcado en la corrupción que enriquece a los pícaros y empobrece a la gente es la causa principal de la migración, y por ello es que hemos dicho que el combate a esa corrupción es vital para rescatar al Estado y ponerlo al servicio de la gente. No se trata de una muletilla, sino de hechos concretos porque basta ver a dónde nos ha llevado el latrocinio en temas de infraestructura y prestación de servicios para entender que la factura que como país estamos pagando para financiar a los corruptos es demasiado grande. Mientras se siga robando, no habrá jamás impulsos al desarrollo humano del guatemalteco.

Redacción La Hora

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