Víctor Ferrigno F.

El general Efraín Ríos Montt no falleció libre, como adujo su hija en el sepelio, sino bajo arresto domiciliario, enjuiciado por genocidio, completamente demente, y condenado por la opinión pública nacional e internacional, debido a sus crímenes de lesa humanidad.

No se trató de hacer escarnio de un cadáver, porque lo que pienso de él se lo dije en su cara, en su propia casa, hace 44 años. Reflexiono sobre la cauda de dolor y muerte que el riosmontismo encarnó, un fenómeno que hay que esclarecer de una buena vez, para que haya verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Así, tal vez, habrá posibilidades de una reconciliación.

En marzo de 1974 se realizaron elecciones generales, y cuatro partidos, aglutinados en el Frente Nacional Opositor (FNO), decidieron apoyar la candidatura de Ríos Montt a la presidencia de la república: Democracia Cristiana (DC), Frente Unido de la Revolución Democrática (FURD), Partido Revolucionario Auténtico (PRA) y Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). Este último lo hizo secretamente, pero destinó cuadros, recursos e ingentes esfuerzos para esa contienda electoral.

A pesar de que Ríos Montt fue Jefe del Estado Mayor del Ejército del gobierno represivo de Arana Osorio, y se le sindicaba de haber dirigido la masacre de Sansirisay, en mayo de 1973, decidieron postularlo, partiendo de la tesis que el Ejército solamente permitiría participar a un candidato militar. Contendió contra el general Kjell Eugenio Laugerud (MLN-PID), y contra el coronel Enrique Paiz Novales (PR), y ganó las elecciones, pero le fueron escamoteadas mediante un descarado fraude.

Trabajadores, pobladores y estudiantes de la Universidad de San Carlos y de los institutos públicos salimos a protestar a la calle, contra el fraude, pero nunca en apoyo a un militar. Logramos paralizar la capital, y afectamos Mazatenango y Quetzaltenango. Ríos Montt apareció en público, aduciendo “que la juventud estudiosa” lo apoyaba. Por ello, en el Secretariado de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) decidimos tener una reunión privada con el FNO para aclarar las cosas, y no enfrentarnos públicamente.

Nos designaron a tres dirigentes, y acordaron que yo expondría la posición de la AEU. Reconozco que a mis 21 años era temerario, y en la reunión celebrada en la casa de Ríos Montt, con presencia de todos los dirigentes de partidos de centro izquierda, les planteé que nunca apoyaríamos políticamente a un militar, porque eran enemigos del pueblo y no eran de fiar. Además, previne a Manuel Colom y Alberto Fuentes Mohr, que ojalá no terminaran como víctimas de los militares con quienes se habían aliado, como efectivamente pasó. Desde entonces quedé marcado.

Ríos Montt los traicionó, negoció con el Ejército y terminó de agregado militar en la embajada de Guatemala en España. Retornó al país y, el 23 de marzo de 1982, fue impuesto como dictador, después que los “oficiales de la montaña” dieron un golpe de Estado. A partir de ese momento, encabezó un brutal baño de sangre, llegando al genocidio contra el Pueblo ixil, por lo cual se le juzgó y se le condenó a 80 años de prisión, en mayo de 2013.

Mediante una resolución jurídicamente aberrante, la Corte de Constitucionalidad cuestionó el procedimiento, no la sentencia, y ordenó repetir el juicio, el cual inició en 2016, llegándose a celebrar 47 audiencias.

Paralelamente, se juzga al general Rodríguez Sánchez, jefe de la inteligencia militar de la época, donde demostraremos que en Guatemala sí hubo genocidio, pues la memoria de las víctimas está viva y nuestra lucha sigue.

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