Emilio Matta Saravia
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Esta semana me dio por investigar más sobre el bono demográfico al que hice referencia la semana pasada en mi columna, y no puedo más que pensar que se nos viene una gran oportunidad y no estamos preparados para aprovecharla. Me explico.

El bono o dividendo demográfico ocurre cuando se aprovecha económicamente el cambio en la composición demográfica de un país al disminuir el porcentaje de personas dependientes económicamente (menores de 18 años) e incrementar el porcentaje de personas en edad productiva (mayores de 18 años), con lo cual aumenta la relación de personas productivas a personas económicamente dependientes, lo que conlleva, dadas una serie de condiciones, a un crecimiento económico del país y del PIB per cápita más acelerado.

Las condiciones para el aprovechamiento económico del cambio demográfico principian por una reducción sostenida en la mortalidad, fecundidad y en la tasa de dependencia económica. También se necesita que la población que accede a la edad productiva (laboral) sea recurso humano calificado, no solamente personas con más de 18 años sin educación ni preparación académica técnica. Asimismo, deben existir políticas de Estado orientadas a tener un ambiente propicio para que la fuerza laboral pueda desempeñarse de tal forma que genere ese crecimiento económico acelerado; las principales políticas de Estado necesarias se resumen en políticas económicas que coadyuven a la creación de empresas que a su vez generarán empleos bien remunerados pasando de la informalidad a la formalidad, políticas de desarrollo humano centradas en nutrición (para el caso de Guatemala) salud y educación de calidad y políticas financieras que estimulen el ahorro y la inversión, principalmente en activos. Otra condición indispensable es la existencia de instituciones sólidas que garanticen la existencia de estabilidad institucional y política; con eso me refiero a igualdad de todos los ciudadanos (funcionarios públicos incluidos) ante la ley, fortalecimiento de la legislación para que se asegure la ejecución de contratos y el respeto a la propiedad, y no menos importante, la reducción de la corrupción.

Sin las condiciones anteriores, lo único que se tendrá es un cambio demográfico que no generará ningún crecimiento económico acelerado ni sostenido para la población. Y si nos detenemos a analizar nuestras condiciones, vemos que no cumplimos con una sola de las mencionadas anteriormente. Nuestra población joven, rural y urbana, no es un recurso humano calificado. De hecho, contamos con la desventaja que la mitad de la población que entra a su edad laboral sufrió de desnutrición crónica infantil, por lo que no podrán desempeñarse de forma productiva en ningún empleo, dada su condición. Esto es cierto para los próximos 18 años, dado que la mitad de nuestra niñez que entrará a formar parte de la fuerza laboral creció en dichas condiciones. Si a esto sumamos la falta de atención en salud, y la pobre educación recibida en nuestro sistema educativo, el resultado es una fuerza laboral diezmada que lo tendrá muy difícil para ser productiva en el ambiente laboral actual. De la falta de instituciones sólidas, igualdad ante la ley, irrespeto e incumplimiento de contratos y la corrupción se ha hablado de sobra, por lo que considero redundante tocar estos temas.

En conclusión, no estamos en condiciones de aprovechar el cambio demográfico que se avecina, por lo que tendremos que trabajar a partir de hoy, y muy duro, en los temas prioritarios (nutrición, educación, salud y saneamiento, además de institucionalidad y combate a la corrupción) si queremos tener en 18 años un verdadero bono demográfico.

 

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