Lic. Douglas Abadía C.
douglas.abadia@gmail.com

La semana pasada, en este espacio de opinión, abordamos el tema del Estado, anarquía y sociedad, tres elementos interrelacionados entre sí, a través de un sistema político disfuncional.

En términos generales, la anarquía significa “ausencia de norma”, “ausencia de jerarquía”, “ausencia de autoridad” o “ausencia de gobierno”,? y sirve para designar aquellas situaciones donde se da la ausencia de Estado o poder público.

De repente, de chiripazo ocurre que el Organismo Legislativo creó una ley funcional y bien diseñada para beneficio de la población; no tardan en aparecer críticos, opositores, grupos de presión, en fin una serie de actores que nunca están conformes con lo poco positivo que ocurre en este país.

Somos una sociedad enfermiza, retrógrada, de doble moral, hipócrita, oportunista, apática, indiferente, disfuncional, carente de valores en donde reina la anarquía, nadie acata la ley, pareciera que todo lo que sea normado les provoca alergia; pues estamos acostumbrados desde la misma concepción y fundación de nuestro Estado a ser rebeldes, indomables, libertinos, pero somos buenos para criticar al gobierno u otras instituciones de carácter privado.

Todos los sectores de la población critican las decisiones del gobierno sea cual sea la ideología (si aún existe y no solo sirve para juntar una bola de oportunistas que se dicen identificados con la misma para fundar un partido político), y es válido, estamos en nuestro derecho de poder criticar, pero con fundamentos, argumentos, dialogando, consensuando, no opinar solo por opinar.  A veces pienso que la población se expresa de manera no correcta, se evidencia que su lengua domina su cerebro al momento de opinar.

Todos critican, pero nadie asume, todos recomiendan, pero nadie asume, todos se burlan, pero nadie asume, en fin, es difícil lograr la gobernabilidad en países como el nuestro, donde reina la ignorancia hacia el tema estatal, el fanatismo religioso (para muestra la proliferación de religiones en el país),  la corrupción, el nepotismo, el tráfico de influencias, etc., coloco etc. para no deprimirle más estimado lector y transmitirle la realidad nacional que se oculta para satisfacer intereses mezquinos de diversos sectores de la sociedad chapina.

En fin, no es ser pesimista sino realista, pero considero que pasarán generaciones y generaciones y cada día vamos para mal, no se ve luz al final del túnel, no existe cambio en nadie, mientras tanto otros países del mundo avanzan a cierta velocidad no uniforme pero avanzan, nosotros no, retrocedemos y a una velocidad extrema.

Mientras no nos involucremos como ciudadanía activa y propositiva, seguiremos teniendo más de lo mismo, de ser el país de la eterna primavera, hemos pasado a ser el país de la eterna corrupción.

Artículo anteriorPersecución a Torres y el antejuicio de Orlando Blanco
Artículo siguiente¿Había escuchado usted el término kakistocracia?