René Leiva

Jazniek, Klaus, decía que nunca y siempre son las dos caras de la moneda del Sol cuando se halla en el cenit. Decía que la inteligencia artificial fue prefigurada en el Génesis cuando Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Decía que los límites humanos están contenidos en una gota de agua evaporada.

Jenólides de Xecul, continuador de Mentícrates en la escuela de Andros. Sostenía que por el pasado no pasan los años y que como el tiempo se pierde en sí mismo no disipa nada.

Jerdínedes, amó a sus enemigos tanto o más que a sí mismo; siempre que puso la otra mejilla recibió el otro golpe; vio la viga en su ojo y no la paja en el ojo ajeno; nunca vistió como Salomón sino a semejanza de los lirios del valle; con la vara que midió no fue medido. Empero, jamás fue escogido y ni siquiera llamado; ni lo esperaba.

Jerónimo, Silvestre, aunque a lo largo de los años donó muchas yardas de tafetán para la Magdalena, sin ningún interés personal, nunca vio ningún progreso social en su país.

Jerush Salem, Ajarón, originario de Sosnowiec, de una familia de rabinos, predijo, con poca originalidad, la creciente hegemonía del poderío judío mundial a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y todo el siglo XXI, en todas las actividades de la civilización y la cultura, en cada una de sus fases y facetas, la acumulación de riqueza material y conocimientos prácticos, gracias a cualidades y aptitudes como adaptación y adopción, astucia y cálculo, oportunidad y decisión, manipulación y disimulo. Reconoció que el llamado antisemitismo es máscara y escudo, que no puede haber sionismo sin usurpación y terrorismo, que su único dios verdadero ha sido y será el becerro de oro.

Jiménez, Eneldo, decía que en casa, a solas, el mejor acompañamiento del atardecer, del silencio, del largo camino de las sombras, son las sonatas para piano de un tal Ludwig Van.

Jiroz, Gioconda, transformista facial, se cambiaba de cara (o de máscara) dos o tres veces al año mediante afeites y cirugías, ejercicios gestuales y mentales. También variaba de siquiatra y de espejo porque pensaba que no eran los mismos.

Joljes, tirano de Icus, tuvo 7,000 concubinas y cerca de 11,000 hijos propios. A los 59 años, durante la invasión de los rethos, fue castrado y sus testículos exhibidos en la punta de una pica de guerra para curiosidad del pueblo icusense.

Joudeau, Josefine, exquisita poetisa, floreció en París durante el período napoleónico. Amante del marqués Soufflé, ello le permitió el mecenazgo y protección a escritores y artistas diversos. La Shaytiti parisina escribió no menos de 29 volúmenes de versos, los que se perdieron cuando el castillo del marqués fue reducido a cenizas a raíz de una revuelta de la gleba. Todo lo que se conserva de la Joudeau es tan solo un verso que dice: “Sé que no soy inmortal, ni soy cenizas”.

Juárez y Aranjuez, Polito, desperdició el tiempo mirándose el ombligo y haciendo barquitos de papel para el fondo de la pila de su casa.

Juménides de Duodeno, “Si fuéramos eternos no habríamos nacido. ¿Quieres la eternidad? No nazcas. Nacer es ser expulsado de la inmortalidad.”

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