Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Aquellos que pueden hacerte creer absurdidades, pueden hacerte cometer atrocidades”. Voltaire.

Tres días después que, el embajador de Suecia, Anders Kompass, al entregar una donación más a la CICIG, directa o indirectamente, nos señaló por el alto grado de corrupción en el que vivimos, aunque a mi criterio, no fue diplomáticamente correcto, por el momento las noticias nuevamente le dan la razón.

Veamos, nos están diciendo corruptos, nos ofendemos, y en un abrir y cerrar de ojos, se formaliza otro acto de corrupción a todas luces, con la “elección” de la actual Junta Directiva del Congreso, mismo ente que, constitucionalmente representa a la población, el silogismo se completa, los diputados representan a la población, el 90% de los diputados son percibidos como corruptos, por lo tanto el 90% de la población es intuida como corrupta, porque ¿Quién votó por ellos? La población.

Señores y señoras, es indignante que en nuestras narices, un día sí y otro también, en los medios de comunicación se nos informa de un nuevo acto de corrupción, descubierto en cualquier Órgano del Estado, o sus instituciones, pareciera que hemos perdido el poder de asombro, ya que seguimos en el mismo círculo vicioso de votar, no por lo mejor, votamos por lo menos peor, lo que significa que no tenemos nada mejor, y cada cuatro años se repita la ecuación.

Desde que principió a ejercer el poder, Álvaro Arzú Irigoyen fue un político cuestionable, prepotente, hoy investigado al fin por aparentes sucios negocios, cuando está a punto de jubilarse, deja ya entrenado en las artes del poder a su vástago, quien curiosamente, sin bancada se hace con la Presidencia de un Congreso más que discutido por su mal hacer, ¿Qué mejor lugar para aprender las malas artes de la politiquería?

Veamos al actual inquilino de Casa Presidencial, tanto como muchos diputados, les votaron porque estaban cansados de la “Vieja Política”, sin embargo, tenemos en el panorama caras nuevas con malas prácticas viejas, porque los pactos y los acuerdos a que llegan los representantes de la “Nueva Política” no son en favor de la población, no, son en favor de sus intereses personales, adicional a lo anterior vienen nuevas generaciones, con algunas de las malas costumbres de las antiguas, y parte de las propias, que los tiempos cambian, y la mentalidad también, y la población sigue conduciendo al país con su trabajo honrado, sorteando los baches del envilecimiento cada dos por tres.

La corrupción, desafortunadamente es un mal que corroe las entrañas de las instituciones sin que encontremos de pronto, el antídoto contra ella, la hemos visto avanzar durante más de 500 años, prácticamente es parte de nuestra existencia, pero vemos que sigue avanzando, incluso echa raíces, y por lo visto ya hasta florea.

¿Podemos ofendernos porque se nos llame un país de corruptos? Debemos, pero asimismo debemos combatirla y exterminarla, ¿Cómo se hace eso? Exigiendo cambios estructurales, no para mañana, para hoy, es difícil, pero no imposible, porque se encuentra en nuestras manos, cada quien tenemos nuestra propia muralla moral.

El actual Presidente del Congreso, en su discurso más utópico que la sociedad ideal que describió Tomás Moro, hizo acopio de valores, deberes y moral, pero entre líneas el mensaje que envió fue de una dura batalla campal contra todos los entes e individuos que se opongan a los planteamientos del Legislativo.

Tomando en cuenta la forma en que se “eligió” la actual Junta Directiva, poco bueno podemos esperar de ella, menos aún del total del Legislativo en sí, por momentos nos preguntamos si deberíamos cambiar de sistema, pero encontrándose la corrupción tan enraizada en el ADN de la sociedad guatemalteca en general, poco bueno podemos esperar, de ahí la importancia de la Auditoría Social, pero no de la actual mal llamada Sociedad Civil tal como la conocemos, necesitamos otro tipo de Sociedad Civil, para que lidere los cambios tan necesarios en el país.

En fin, que somos un país desbordado por la corrupción, señalados por lo mismo, pero que día a día, usted y yo luchamos por dejarla atrás.

 

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