Félix Loarca Guzmán

Guatemala está viviendo un peligroso clima de inseguridad e inestabilidad provocada por el profundo divorcio entre el pueblo y el gobierno del Presidente Jimmy Morales, como resultado de la privatización del poder público, cuyos actores son unas cuantas familias propietarias de las principales empresas privadas del país, que inexplicablemente son beneficiadas con jugosos privilegios fiscales.

En ese marco, la incertidumbre se agudiza cada día más entre el pueblo ante el incontrolable torrente de asaltos y actos de delincuencia en general. La violencia está imparable.
A pesar de sus esfuerzos, las autoridades policíacas no tienen capacidad para dar protección a la población.

En lugar de la inútil confrontación con el Jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, el Presidente debería estar apoyando todos los esfuerzos de ese funcionario internacional para combatir la corrupción.

La pésima conducción de la política económica ha incrementado la miseria y la pobreza en que vive la mayoría. La tasa de desempleo ha subido en forma alarmante, mientras la deuda pública interna sigue aumentando como consecuencia de la reforma constitucional del año 1994, mediante la cual se suprimió la facultad que tenía el Banco de Guatemala de otorgar préstamos al Gobierno con una tasa preferencial del dos por ciento de interés anual.

A raíz de esa desafortunada decisión, los diferentes gobiernos han tenido que recurrir a créditos a través de la banca privada la cual cobra intereses leoninos.

En su libro Desde el Cuartel, el Coronel Edgar Rubio Castañeda, revela que los gobiernos de Oscar Berger y de Otto Pérez Molina, privilegiaron la deuda interna sobre la externa. En el año 2014, el endeudamiento interno llegó al 82 por ciento, mientras el externo fue del 18 por ciento.

El Estado, dice el autor, ha pagado en los últimos años solo en concepto de intereses, a cuatro bancos propiedad de unas pocas familias de la oligarquía, alrededor de 38 mil millones de quetzales.

El coronel Rubio señala que todo ese dinero ha sido para privilegiar a las familias más poderosas del país.

Es a estos cuatro bancos privados a quienes el Estado debe aproximadamente el 65 por ciento de la deuda interna.

El autor recuerda las palabras de John Adams, segundo presidente de Estados Unidos, sobre que “Hay dos formas de conquistar y esclavizar a una Nación; una, por la espada, y la otra, por la deuda”.

La violencia, la crisis económica y el creciente endeudamiento estatal, expresan el atraso del país y el ruidoso fracaso de un Gobierno que llegó al poder por una mera carambola electoral.

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