Fernando Mollinedo C.

Realmente, ejercer el periodismo en Guatemala implica, el riesgo latente de ser estigmatizado por los poderes fácticos como un elemento perjudicial a la sociedad, asesinado, “morongueado”, secuestrado, matado, injuriado y criminalizado en el mejor de los casos.

¿Quiénes integran los poderes fácticos o poderes paralelos en Guatemala? La respuesta es sencilla: todas aquellas personas que poseen un capital económico suficientemente grande que les permite tener bienes inmuebles, muebles, acciones, industrias e inversiones que les producen ganancias suficientes para dedicar parte de ellas a la actividad política, por supuesto, sin aparecer ellos como titulares de ese tipo de “inversiones”.

Los intereses económicos de estos grupos son el objetivo principal de sus actividades, y para ello no dudan en inducir a la recepción de sobornos, exacciones ilegales, coacciones a los funcionarios y empleados gubernamentales de todo nivel incluyendo a los de la iniciativa privada para coludirse y obtener más y más ganancias.

Del cielo a la tierra no hay nada oculto, tales circunstancias se descubren por casualidad o por alguna investigación periodística u oficial en el caso de MP-CICIG; al ser reveladas al público por los medios de comunicación, los periodistas se convierten para ellos en objetivos de castigo por la osadía de desenmascararlos, además que ellos, quienes se consideran a sí mismos como los verdaderos dueños y propietarios de Guatemala, piensan que la población debe estar a su servicio únicamente para trabajarles por un salario insignificante, indecoroso e inmoral.

Criollos, europeos, estadounidenses, mexicanos, asiáticos, guanacos y hasta miembros de otros grupos étnicos regionales han comprado la voluntad de los gobernantes para hacer “negocios” en detrimento del erario nacional o sea de la población, lo cual hicieron sin consideraciones de ninguna naturaleza más que aumentar el volumen de su fortuna económica.

La CICIG y el Ministerio Público, poco a poco, fueron deshilando la madeja enmarañada de la política privada-gubernamental para huevearle al Estado: desde bienes inmuebles hasta desayunos fantasmas, desde la evasión de impuestos hasta el financiamiento ilícito de organizaciones políticas y sindicales, también la venta de medicinas, suscripción de contratos ilegales (TCQ) y venta de la soberanía nacional en diferentes manifestaciones.

Imaginemos una caballeriza donde hay ejemplares de todo tipo: percherones, de tiro, pura sangre, árabe, ponis, de carrera, incluyendo burros, machos y mulas con hambre manifiesta por salir al campo donde encuentran toda clase de hierbas, matorrales, arbustos y setas venenosas o no, para saciar su apetito al considerar que la paja de cereales y el salvado no les son suficientes para vivir.

El pretendido desmantelamiento de la CICIG le abre la caballeriza a quienes desde hace mucho tiempo pastaban en los campos de la corrupción con guardianes gubernamentales: ahora solo faltaría ver que el organismo judicial diga que el equino no es “ni corrupto ni ladrón, sino ungido”. Dios nos coja confesados. Amén.

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