Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Hace varios días decía que era momento de derrumbar el sistema y que esta era la gran oportunidad de todos, pero en especial de los contratistas, para decir “ya no más mordidas” porque esto que ahora sale en el caso de corrupción de Alejandro Sinibaldi no es nada nuevo. Paradójicamente, mientras conocemos los detalles del caso Sinibaldi, está a punto de ganar su inmunidad (si Christian Boussinot debe dejar la curul) otro que operó igual durante el gobierno de los Colom-Torres, Guillermo Andrés Castillo Ruiz, lo que le daría un bonito escudo para gozar de sus millones amasados como los del ex del PP.

Pero pasan los días y no se oye nada certero respecto a romper el putrefacto sistema de compras y adjudicaciones. Han declarado algunos empresarios dentro del proceso, pero no se conoce nada en concreto que vaya encaminado a derrumbar el muro que ha protegido el sistema durante décadas y el problema es que el sistema de mordidas que hoy se evidencia en el Ministerio de Comunicaciones, funciona en otros ministerios, dependencias, secretarías, alcaldías y la mayoría de entes autónomos.

Los guatemaltecos debemos definir qué deseamos de esta lucha contra la corrupción, porque no queda claro si queremos rechazar las prácticas corruptas en general o solo aquellas que cometan algunos (generalmente los que no son del círculo). A Iván Velásquez y Thelma Aldana se le veneraba cuando iniciaron “La Línea” y fueron perseguidos Otto Pérez y Roxana Baldetti, pero solo voltearon a ver hacía otros horizontes y pasaron a ser, para algunos, “lacras de la izquierda”.

Los vicios de un sistema que se ha construido durante años con el apoyo de muchos que han lucrado con el mismo, no se acabarán de la noche a la mañana, pero jamás será posible derrumbarlos mientras nosotros no nos pongamos de acuerdo de qué es lo que deseamos a futuro pues, insisto, mientras seamos selectivos con la corrupción no podremos avanzar. Hay miles de ejemplos, pero no podemos escandalizarnos por lo imputado a Sinibaldi y hacernos de la vista gorda del caso de Erick Archila.

Siempre he dicho que los cambios deben darse porque es lo justo y correcto, pero para quienes eso resulta “muy izquierdoso”, también he dicho que los cambios del país son un tema económico porque mientras no empoderemos a la gente con oportunidades, el mercado se reduce para quienes ofrecen bienes y servicios.

Yo tengo la teoría que si el cambio será por la vía “institucional”, para lograrlo primero se debe limpiar el Congreso y la única forma que veo es quitándole el monopolio a los partidos políticos para nominar candidatos. Si se logra “renovar” el Congreso, ya desde ahí se podrán impulsar los demás cambios que requiere el sistema (rendición de cuentas, sistema de compras, temas estructurales en justicia, salud, educación, seguridad y un largo etcétera).

Los diputados de hoy tienen suficientes razones, amigos y aliados para batallar porque nada cambie y esa es la gran encrucijada en la que nos encontramos. Hay quienes se quejan que en ocasiones se ha dicho que los que se oponen a los cambios están aliados a la corrupción, pero es que no hay muchas formas de explicar cómo hay quienes piden que vayamos poco a poco cuando la situación es extrema, patética, crítica e indignante y no digamos aquellos que “de al tiro” no hablan de los cambios porque dicen que eso es de “izquierda”.

Mi punto es que estamos muy tímidos en un momento definitivo en nuestra historia.

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