Alfredo Saavedra

Desde Canadá.- Este enfoque particulariza la situación en Norteamérica, pues la situación en Guatemala merece la opinión de quienes están mejor informados que lo expuesto en esta columna, aunque en términos generales la violencia doméstica tiene carácter universal, pues sus deplorables consecuencias se dan por igual en todas las culturas del mundo, en perjuicio sobre todo de las mujeres y los niños.

El fenómeno tiene orígenes remotos y entre las causas principales puede situarse en primer lugar el papel asignado al hombre en su preponderancia sobre la mujer, determinado en cierta forma por una cultura regida por principios religiosos en el credo predominante en la esfera de Occidente. Credo basado en dogmas fundamentados en el contexto bíblico de “Las casadas estén sujetas a sus maridos… porque el marido es cabeza de la mujer” (Efesios 5:22, 23 y 24) y así además del anatema de que “no mujer prevalecerá sobre el hombre” son varias las alusiones del mismo carácter en la Biblia.

No diferente sino peor es la posición de la cultura islámica sobre la preponderancia del hombre sobre la mujer, en situación de sobra conocida por la actualización de esa cultura en los últimos tiempos. De horror resulta eso en Afganistán, por ejemplo, donde la facción Talibán ha dado muestras de primitivismo en el tratamiento de la mujer, al negársele derechos que otras culturas los tienen como primordiales, como la educación. Sin dejar por un lado el hecho abominable que conforme las leyes de esa posición antagónica con la modernidad, aún establece la muerte por apedreamiento a las mujeres hasta por delitos menores, tal vez como heredad de antiguos procedimientos descritos también en la Biblia.

Aunque es de suponer que las afirmaciones contenidas en la Biblia, como lo pueden ser las expuestas en otros libros considerados sagrados, responden a lo escrito por humanos en reflejo de las costumbres de su tiempo. También el antecedente de la supremacía del varón sobre la mujer tiene un origen primitivo, establecido desde el génesis de la humanidad como un dictado de la evolución que abarca al género animal, comprobado con el comportamiento de los primates, de los que tiene ascendiente el hombre, según la teoría evolucionista, lo que explica la conducta atávica del género humano.

Como sea, la violencia doméstica tiene tal complejidad que, con acierto, destina su estudio, para el encuentro de posibles soluciones, en la sociología, la antropología y otras ciencias atinentes. La verdad es que en las actuales condiciones, en un conglomerado supuesto a un desarrollo positivo, el fenómeno es una desventura por sus consecuencias que, como se apuntó va en perjuicio del bienestar de la familia, con su secuela de crímenes en el seno familiar, que derivan en la destrucción de ese vínculo que al final hace sus principales víctimas a niños destinados a la orfandad cuando en el peor de los casos la fatalidad lleva a la cárcel a uno de los cónyuges y al otro a la muerte, en terrible suceso que deja a esos niños sufriendo un trauma permanente, aparte del desamparo inmediato de progenitores que les daban el sustento y la educación para convertirlos en adultos incorporados a una sociedad normal.

La periodista Donna Ferrato, quien fotografió una riña donde un esposo golpeaba a su mujer y luego le motivó investigar a fondo casos de violencia contra la mujer, que documentó en el famoso libro Viviendo con el Enemigo, convertido en una también famosa película con el mismo título protagonizada por Julia Roberts, lo que resultó en un decreto cuando el Congreso de los Estados Unidos promulgó la ley Violencia contra la Mujer, que despertó el interés público y resolvió castigar con rigor a los maridos abusadores de sus esposas.

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