Carlos Soto Pineda

Desde niño el  siete era mi número favorito, lo usaba cuando jugaba futbol –muy mal por cierto– porque Ramaz Shengelia el seleccionado mundialista de la, en ese entonces Unión Soviética era mi jugador predilecto (no la bebida espirituosa) y él lo portaba en su camisola.

También lo asociaba a las vacaciones de medio año –ir a barranquear, buscar pelotas de golf extraviadas en el Guatemala Country Club– al cumpleaños de mi Mamá, a la dirección de la casa, luego supersticioso que soy, sentía que el siete me daba suerte, y no estaba equivocado, pues hace 24 años  en ese séptimo mes y séptimo día, tuve el privilegio y la felicidad infinita de ser Padre por primera vez.

Tuve un amigo –el Pipi»– que sabiendo mi forma de pensar –mi aversión al imperialismo–, me decía “vas a ver que el 4 de julio va a nacer Hillary” en alusión a la independencia de los Estados Unidos y relacionando el nombre con la esposa de su Presidente, y vaya que tuvo “pulso”, mi hija Anna Lucía nació el  domingo 4 de julio de mil novecientos noventa y tres.

En numerología, –que es el estudio del significado no evidente de los números y la práctica de la adivinación asignando un número a cada letra del alfabeto y un significado especial a cada uno de ellos–, el siete representa el signo del pensamiento, la espiritualidad, la conciencia, el análisis psíquico, la sabiduría, es el número del intelecto, y vaya que es cierto.

Son personas que disfrutan de la lectura, estudiosas y con deseos de formarse académicamente y  aprender, buscando siempre el desarrollo intelectual.

Ese domingo mi vida cambió radicalmente para bien, sentirla en mis brazos, acariciarla, vencer el miedo por –en mi ignorancia e inexperiencia– creerla frágil, y cargarla con firmeza y delicadeza, percatarme de su mirada escrutadora y sus bellos e inmensos ojos, oír a mi Papá decir “tiene sus 20 deditos” para que nosotros interpretáramos que quería decir “es bellísima…está perfecta”.

En el mes siete también me gradué de Médico y Cirujano…

Uno sabe que la vida valió la pena cuando mira a sus hijos, los ve crecer, no sólo físicamente sino en todos los aspectos.

Y en conmemoración a su cumpleaños es deber y honor  reconocer,  agradecer  a los que lucharon y siguen luchando por legarle un futuro mejor, un país con equidad, honradez, respeto, actuando con el ejemplo como su abuela paterna Paulina –“Chiqui” para sus nietos, bastión fundamental en su formación–,…con la máxima de “Amor y Disciplina”…y siguiendo el siete… porque siete días después ella también (mi Madre) cumple años…

«El uno, el dos y el tres, llamaron su puerta a la vez –Hoy no quiero salir– dijo el siete sin abrir.  Aparecieron el cuatro, el cinco y el seis y volvieron a insistir. Abrió el siete al fin, – vale, vale, no   empecéis–  con vosotros quiero ir”…

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