Fernando Mollinedo C.

La Historia de Guatemala, la que escribieron los conquistadores, religiosos católicos, comerciantes, funcionarios y empleados de la Corona Española siempre tuvo y tiene aún la creencia que vinieron a salvar a la población del pecado trayendo enfermedades que junto al hierro y la pólvora diezmaron a tres cuartos de habitantes existentes en esa época.

El poder de las armas fue tan cruel e inhumano que se optó por vivir aunque sea en estado de sumisión, esto devino en una aceptación tácita de los nuevos valores religiosos, económicos, sociales, éticos y morales que crearon un sincretismo que perdura hasta la fecha (nuestra cultura).

Los españoles con su cultura islámica y reminiscencia romana y visigoda convertida en su “diario vivir” impusieron en América esa forma de ver la vida, el someterse a un poder, aprender a obedecer y creer en lo que ellos creyeron de forma dogmática.

Durante la Conquista y época Colonial ese tipo de conducta fue oficializada con todo cuanto de hecho y por derecho contenía; así mismo, la forma de administrar el reino con sus mecanismos para captar ingresos y someter a la población en circunstancias de esclavitud, algunas veces disfrazada como encomienda o mandamiento.

Como en toda población, siempre hubo y hay funcionarios y empleados ladrones, sinvergüenzas, timadores, embaucadores, chantajistas de toda calaña; situación y circunstancia que persiste hasta ahora como una herencia cultural maldita difícil de erradicar por la mala formación axiológica en sus hogares.

En la población hay un sentimiento grande de abandono; el gobierno está cada vez más lejano de la sociedad y lo viven quienes salen de sus casas con la incertidumbre de volver o que les pase algo, quienes son víctimas de los hueveos, desfalcos y apropiaciones indebidas que con regularidad se hace del erario nacional en forma oficial o camuflajeada.

La supina ineptitud, ignorancia y soberbia de las autoridades que proyectaron el desarrollo urbano provoca tapones viales en los pasos a desnivel diseñados para enanos asumiendo que la ciudad no iba a crecer; autopistas sobrevaloradas, privatizaciones a destajo, un transporte público que se constituyó en un elemento perturbador de la vida social con su desorden, cúmulo de asesinatos que no son una prioridad para el gobierno aunque en los discursos se diga lo contrario.

Hace falta imaginación en todos los órdenes del Gobierno para que la población pierda ese sentimiento de apatía en el que se encuentra actualmente. Cada día nos alejamos más del futuro, se paga impuestos, pero no hay futuro, está perdida en el laberinto de funcionarios que cada vez destruyen más y más su rostro. Pasa el tiempo y la modernidad ni a putas llega en el imaginario colectivo; no hay idea de futuro, menos en las actividades políticas o burocráticas, sólo de ver qué se huevean.

No somos un país amable, no inspiramos respeto a otros, somos un espacio de violaciones constantes, de violencias diarias, de desorden en todos los órdenes, se ha gastado mucho a lo largo de los años y ha sido un gasto inútil. ¿A dónde putas vamos como sociedad?

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