Estuardo Gamalero

«No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría» Jean Cocteau.

La libertad de emisión del pensamiento y la libertad de reunión y manifestación, no son tan distantes entre sí. Más bien se encuentran íntimamente relacionadas.

Pensar libremente y emitir nuestra opinión sobre diversos temas, es algo inalienable a la naturaleza del ser humano. Expresar nuestro sentir sobre aspectos sociales, económicos, políticos y jurídicos siempre ha sido parte de la humanidad.

En el intento de hacerse escuchar, las personas elevan la libertad de expresión a la manifestación. Dicho en otras palabras: “si no nos escuchan, entonces que nos vean y nos sientan”.

En modelos de opresión y regímenes con altos niveles de intromisión, corrupción o inquisición, los diversos grupos sociales intentan provocar cambios de fondo a través de la presión que se genera tanto por medio de la opinión, como de las manifestaciones.

Si bien el ejercicio de ambos derechos, ha constituido el vehículo de los cambios más grandes de la humanidad, siendo además altamente nobles y comprensibles, la cosa se complica, cuando aparecen civiles y gobernantes ególatras, nacionales y extranjeros, ya sea por ignorancia o por conveniencia, manipulando ambas libertades a través de actitudes populistas.

Lamentablemente, entre la perversidad, la ignorancia y/o la credulidad de los buenos guatemaltecos, muchas veces el ejercicio de estos derechos, se atrinchera entre «acarreados», perfiles falsos, se impregnan noticias falsas, conflictividad y cuestiones justas que tergiversan con algún tinte ideológico de cualquiera de los extremos.

Por ejemplo, en cuanto a la libre emisión del pensamiento, ahora tenemos usuarios de redes sociales y diversos medios de comunicación, escondidos en “call centers” subversivos, o cuando menos bien disfrazados. Gente que sin dar la cara, profiere amenazas, insultos, inventa noticias que difícilmente documenta o comprueba y por si fuese poco, incita al enfrentamiento y provoca miedo.

En cuanto a la garantía de reunión y manifestación, los ejemplos también abundan, y ya sea por justicia divina o el simple karma, en los últimos días hemos sido testigos de fracasadas convocatorias a manifestar, paros disque nacionales y acarreo de gente, subsidiado por dinero ilícito, que gracias a Dios no tuvieron éxito y tampoco recibieron respaldo alguno de los buenos guatemaltecos y los gobernantes sensatos.

Para colmo de males, en varios casos, fuimos testigos de audios y videos que confirman sin lugar a dudas, los intereses reales y la manera de operar de estos delincuentes “camuflajeados” de activistas sociales y/o víctimas (vividoras) del sistema.

Las variables que alimentan estos temas, son más o menos las mismas, sin embargo, la gran diferencia en el curso del tiempo, es quien controla las mismas. Sin bien hay personas que fielmente creen y defienden principios y valores, la mayoría de veces, lo que se presenta, son individuos con la oportunidad de ejercer “a su favor” una cuota de poder.

Dentro de estas variables podemos mencionar: a) hacer y modificar leyes arbitrariamente, para tener de rodillas a quien convenga; b) nombrar jueces e incidir en sus resoluciones para someter a quien interese; c) inventar rumores o noticias para infligir miedo o resentimiento a quien se disponga; d) despotricar en contra de determinados servicios, empresas o proyectos, para extorsionarles y justificar la conflictividad en contra de éstos; e) controlar el valor de los impuestos y la manera de recaudarlos para ejercer presión sobre aquellos que representen una cuota de poder real; f) controlar las fuentes electorales (elecciones y organizaciones) para garantizar que lleguen al poder aquellos que “nos conviene” no quienes son aptos.

Hago la salvaguarda que no intento demeritar el rol de las instituciones de Estado y mucho menos, el de los funcionarios públicos que apegan su actuar con la ley y el sentido común. Tampoco el del activismo social sano, que sin alterar el orden público y vivir parasitariamente del dinero ajeno, nos ayudan a generar conciencia y tener una mejor sociedad.

En todo caso, lo importante es que antes de dejarnos presionar o acceder a peticiones infundadas, cambios que desestabilizan, o movimientos que provocan caos, desempleo y corrupción, tengamos presente que: la influencia legítima no se debe medir ni por el número de personas, ni por la irracionalidad de sus pretensiones, sino más bien, por el peso y razonabilidad de sus opiniones.

Dicho en otras palabras, si quien manifiesta es un delincuente o un holgazán, si quien amenaza a través de las leyes es alguien que no las respeta, si quien expresa su opinión y pensamiento es un patán, si quien habla de derechos humanos no es correcto, quien habla de prosperidad provoca subdesarrollo y quien habla de impuestos causa inestabilidad, entonces: ¿Qué importancia y legitimidad podemos reconocer en sus opiniones?

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