Raul Molina

La incertidumbre en Guatemala fue desatada por el Movimiento por la Dignidad en el transcurso de 2015. Aunque el primer efecto del estallido ciudadano fue la salida de la vicepresidenta Roxana Baldetti, se dieron veinte semanas de incertidumbre, al mantenerse el sostén de CACIF y Embajada a Otto Pérez. La fuerza del movimiento social se impuso finalmente; pero, si bien se logró el éxito de sacar a ambos mandatarios, no se supo qué hacer con el proceso de elecciones y el sistema político. Se cayó en la trampa del «proceso democrático», el cual ha dejado de funcionar, para buscar la salida de la crisis mediante elecciones ilegítimas que dejaron a Jimmy Morales y al FCN-Nación en control. La certeza buscada se convierte de nuevo en incertidumbre, al haber fracasado su primer año. Estamos ante una renovada crisis, agravada por la irresponsabilidad de la «clase política» que actúa con prepotencia a todos los niveles de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La ciudadanía sabe lo que no quiere -corrupción e impunidad-, pero no logra encontrar la ruta para generar algo distinto. La palanca disponible, el conjunto del MP y la CICIG, se ve hoy amenazada por fuerzas oscuras que tratan de disminuir su capacidad. Se intenta desacreditar a Iván Velásquez, para forzar a la ONU a quitarle su apoyo, mientras que se hacen maniobras para restringir a Thelma Aldana, a la espera de que termine su mandato. Estas fuerzas oscuras no se reducen al crimen organizado y las mafias; son también empresarios, exmiembros de las fuerzas armadas y «politiqueros» en torno al Presidente, quien prefiere mantener la boca cerrada y dejar hacer. El movimiento social y la ciudadanía tenemos la obligación de apoyar firme e incondicionalmente a quienes son la llama de la esperanza.

La incertidumbre nacional se agrava con la incertidumbre del imperio, en el cual reina una persona impredecible y cuestionable. Hay ya acciones legales para separarlo del cargo y enfrenta acciones de resistencia no vistas anteriormente en Estados Unidos. Se ha caracterizado por buscar para cada puesto a las personas menos idóneas para el mismo, usualmente agresivas en los temas asignados. Por ejemplo, representantes ante la ONU que no creen en la misma y ante la Unión Europea a quienes han manifestado su intención de deshacerla. Se sospecha de sus contactos clandestinos con Rusia durante la campaña electoral, que ha obligado a la renuncia de uno de sus asesores principales en materia de seguridad. La posición ante el acuciante problema del conflicto entre palestinos e israelíes lo lleva a intentar desbaratar la única salida que se ha podido forjar a lo largo de más de siete décadas: la existencia de dos Estados que vivan en paz. La ausencia de esa paz es una amenaza permanente para la paz mundial. La incertidumbre en el imperio, incluida la salud mental del mandatario, se traslada a la incertidumbre de la Embajada, limitada a su obsesión por detener la migración guatemalteca, olvidándose que solamente el «muro» del desarrollo puede frenarla. Ante la incertidumbre de Guatemala y del imperio, nos corresponde a ciudadanas y ciudadanos debidamente organizados tomar las riendas del país.

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