Edgar Villanueva

En estos días, los flamantes «padres de la patria» han recibido de parte de la Secretaría Técnica del Diálogo Nacional hacia la Reforma de la Justicia en Guatemala la iniciativa 5179 que contiene una propuesta de reformas a la Constitución de Guatemala con el objetivo de fortalecer el sistema de justicia. Le corresponde al Congreso de Guatemala darle forma y aprobar (o no) una controversial reforma que se ha perdido en discusiones bizantinas sobre el derecho indígena, pero que contiene aspectos muy importantes para mejorar nuestro sistema de justicia.

El proyecto presentado al Congreso es el producto de un proceso de consulta con varios sectores, y dentro de lo requerido a la Secretaría Técnica, un producto bastante bueno. Ahora me temo que independiente de la postura que tengamos cada uno con respecto a dicha Reforma, la misma ha caído en el hoyo negro más grande de todas las galaxias, nuestro Congreso. Y temo que es el caso de casi cualquier instrumento legal que llega al Legislativo.

Me lo temo porque nuestro Organismo Legislativo no es representativo de los guatemaltecos y, por ende, carece de cualquier autoridad para aprobar leyes y reformas que verdaderamente representen el sentir ciudadano. Es decir, los «representantes del pueblo» no lo son. Son figuras electas a dedo dentro de un oscuro casamiento entre la vanidad y el dinero. «Yo soy candidato a diputado porque aspiro a serlo y porque aporté a la campaña.» Nunca me sometí a un proceso democrático donde mis conciudadanos dijeran que represento su voz, preferí pagar por mi candidatura.

Si alguno argumenta que para eso están las elecciones generales, yo le diría, que mientras sigamos con el sistema actual, nuestras elecciones no son más que una pantomima democrática, donde «elegimos» un menú donde no están los mejores platos. Un menú elegido por políticos en donde votamos para que la piñata legislativa siga, entre cómplices y amigos.

Si queremos que las reformas que lleguen al Congreso tengan la oportunidad de ser discutidas en el seno de un órgano con legitimidad ciudadana, tenemos que cambiar radicalmente la forma en que elegimos. Asimismo, tenemos que transparentar los procesos de financiamiento de partidos políticos y buscar partidos donde los líderes estén dispuestos a representar un mandato ciudadano y no intereses personales. Si nuestro sistema fuera así, Linares Beltranena se opondría a las reformas constitucionales porque sus electores así lo sienten y no por una forma personal de pensar. De igual manera, cuando la UNE rompe quórum, sería sabiendo que arriesga perder respaldados de aquellos que no están de acuerdo en las próximas elecciones.

Si el sistema le otorgara al elector un verdadero poder de veto a los candidatos que no cumplieron con sus expectativas, estoy seguro que muy pocos diputados de los que hoy están en el Congreso regresarían a sus curules cada cuatro años. Si el sistema fuera representativo, cualquier reforma llevaría un sello ciudadanos que la haría sostenible en el tiempo.

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