Eduardo Blandón

Es iluso considerarnos los más perversos del planeta y hacer de la corrupción nuestra marca registrada.  Para ser francos, el vicio no lo hemos inventado porque está, para infortunio de la humanidad, en el ADN de los vivientes considerados sapiens.  Esto lo constatamos a diario y lo de Francia es apenas un botón de muestra.

Como usted quizá ha leído, los franceses están en un embrollo político porque, acercándose las elecciones, el supuesto caballo ganador (y vaya que es caballo), François Fillon, se encuentra a las puertas del fracaso electoral a causa de corruptelas en favor de su familia: esposa e hijos.

El escándalo fue revelado por un diario francés que destapó cómo su esposa, Penelope Fillon, sin hacer mayor cosa (nadie sabe qué hizo), devengó del Estado 931 mil euros, más 45 mil por fin de contrato.  Todo un acto nepótico -al parecer habitual entre los franceses- que el político galo desdeñó inicialmente, pidiendo, incluso, una investigación inmediata.  Sin saber que los sabuesos periodísticos descubrirían también que dos de sus hijos fueron contratados como supuestos asistentes de su padre.

¿Cómo la ve?  ¿No le parece una historia trillada y archiconocida en estos rincones del mundo?   Huelga decir que la candidatura de Fillon pende de un hilo y su popularidad ha descendido 13 puntos en un mes.  Las estadísticas muestran que solo el 22% de los franceses tiene ahora una buena imagen de él.  Por ello, se presume que el pícaro francés es un cadáver político y que ha dejado la mesa servida al centrista Emmanuel Macrón.

El vicio y la maledicencia, lo decía al inicio, no son un invento original nuestro.  Se encuentran democráticamente repartidas por el mundo.  Lo que distingue quizá a aquellos países de nosotros, es la voluntad por revelar las picardías y airearlas para que la justicia haga lo suyo y castigue los actos de inmoralidad pública.  Por lo demás, sobra decirlo, no nos debe consolar el vicio planetario… más bien, debemos hacer esfuerzos para que las nuevas generaciones sean distintas y perciban que el mundo puede cambiar si se hacen las cosas con decencia y pulcritud.

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