Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer se le preguntó al hermano del Presidente qué calificación otorgaría al desempeño de su hermano en el primer año de gestión y él dijo que de uno a diez le daría quince. No hace falta ser genio para imaginar que una respuesta así provocaría reacciones, no solo por la calificación, sino por el hecho de que el señor Sammy Morales fue señalado como parte de los negocios que realizó Anabella de León en el Registro de la Propiedad.

Pero como no se formuló ningún cargo legalmente al hermano del mandatario, este empezó a aparecer como chucho por su casa en todos los actos públicos habidos y por haber, pontificando sobre cualquier tema, al punto de que ya dijo que el caso en su contra será apenas uno de estudio, dando a entender que ya lo tienen todo arreglado y que por ello es que él puede volver a figurar como alter ego de su hermano, el ahora Presidente de la República.

Ignoro las razones, pero cuando se habló de la participación del señor Sammy Morales y del hijo del Presidente pareció muy clara su participación en la elaboración y entrega de facturas falsas para justificar erogaciones que se hicieron sin respaldo legal. Sin embargo, y a pesar de esa claridad, pasó el tiempo y no se hizo absolutamente nada, al punto de que ahora el comediante puede reaparecer como si nada, pensando sin duda que ya existe algún tiempo de arreglo para que lo dejen en paz. Yo pienso que sería grave para el país que ello ocurriera porque de una u otra manera quedaría desacreditado el trabajo tanto de la CICIG como del MP que han sido los entes que llevan el caso del Registro de la Propiedad. Pero reconozco que Guatemala sigue siendo Guatemala y que no se pueden cambiar muchas cosas, por lo que espacio para pensar mal y acertar, definitivamente es posible.

Ayer, luego de que los medios publicaron su comentario sobre la calificación a su colega comediante, el señor Morales utilizó las redes sociales para descalificar la pregunta y los comentarios que se hicieron a su respuesta, diciendo que él si cree en la democracia, lo que a su juicio no ocurre con sus detractores que son numerosos. El tema en el fondo tiene que ver con la libertad de expresión más que con la democracia, pero se entiende que alguien sin preparación no sepa hacer la distinción. Todos tenemos derecho a opinar y pensar como nos de la gana y es necesario respetar las opiniones ajenas, pero si alguien dice una mulada se tiene que atener a las consecuencias porque así como demanda respeto a sus opiniones, está en la obligación de respetar también las discrepantes.

No tiene, sin embargo, Sammy la culpa sino aquellas autoridades que recularon en la investigación del caso en el que está implicado según versión oficial que fue reconocida por su mismo hermano en aquella aparición televisada, porque en vez de mostrarse como personaje en cualquier evento oficial, debiera estar junto a los otros acusados en ese caso, respondiendo legalmente por sus actuaciones.

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