Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Gracias a la incapacidad del Estado de Guatemala para exigir a Interpol la cooperación para encontrar a delincuentes prófugos, en nuestro país cobra especial relevancia la frase acuñada allá por el siglo XIII en España, cuando en esa localidad de Burgos se dio un asilo especial a todos los judíos que pudieran ser objeto de persecución y, desde entonces, cuando alguien sale huyendo para evadir responsabilidad, se dice que tomó las de Villadiego.

En Guatemala la lista de prófugos de la justicia es enorme, sobre todo cuando se trata de delincuentes de los que se creen de cuello blanco, aunque lo tengan más shuco que el papelito de Sinibaldi. Primero fueron los banqueros que se alzaron con el dinero de los clientes de sus bancos y aún hay varios que andan gozando del dinero mal habido en recónditos lugares, más seguros que cualquier judío en Villadiego, porque nadie pone el menor interés en atraparlos para que vengan a encarar su responsabilidad. Destacan los del Banco de Comercio que deben haber tenido la conciencia tan sucia que ni siquiera quisieron intentar, como los de Bancafé, manipular el débil sistema de justicia para burlarse de los depositantes.

Y luego vino la pléyade de los que, descubiertos en trinquetes en el ejercicio del poder, se las pelaron antes de que las fuerzas del orden pudieran ejecutar las respectivas órdenes de captura. Hay prófugos de La Línea, de la Cooptación del Estado, de TCQ, del caso del Registro de la Propiedad y prácticamente de todos los casos de alto impacto que han desnudado los niveles de asqueante corrupción que vivimos en Guatemala. Y es fácil porque nadie mueve un dedo para facilitar la ubicación y captura de los delincuentes. Se sabe que al menos en Estados Unidos, las autoridades informan a la Embajada de la captura de guatemaltecos, aunque sea por temas migratorios, y sin embargo la representación diplomática no hace nada, y menos la Cancillería, para exigir que con acuerdo a los tratados del derecho internacional, se concrete la extradición de tanto criminal.

Casi todos los que andan prófugos aún mantienen negocios en Guatemala que les manejan sus testaferros quienes, sin duda, les envían remesas a sus lugares de refugio para que puedan seguir viviendo a cuerpo de rey. Aquí no existe ningún interés por extinguir el dominio de ninguna de esas propiedades que sirvieron para lavar el dinero de la corrupción, tal vez porque piensan que si en el órgano jurisdiccional encargado de esos trámites les nombran un interventor tipo el de TCQ, lo único que harían es consagrar el negocio sucio, el trinquete asqueroso bajo el argumento de que el país perdería más si dejara de contar con ese tipo de negocios. Entre ellos hay medios de comunicación que, constitucionalmente, se definen como de interés público, lo que haría más fácil aún el trabajo de otro interventor puesto a la medida, como en el caso del puerto corrompido por los españoles de Barcelona.

Los banqueros marcaron la ruta a Villadiego, pero aquí se ha nutrido ante la certeza de que huir es una buena salida.

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