Carlos Guillermo Soto

En otra época serían “Mercaderes de la pluma”, deleznable también, pero en el siglo pasado escribían contra alguien para congraciarse con el poder, “ganarse” favores o unos centavos, pero con ingenio y hasta cierto punto “elegancia”. Hoy son grupos de mercenarios subvencionados o patrocinados por el poder fáctico u ONG’s que buscan la desestabilización y el control sino total al menos parcial del Estado a través del chantaje, la deshonra pública y el linchamiento mediático… buscando, no como en otras épocas “el asesinato de la víctima “objetivo”, sino su “muerte cívica”.

Ahora “reclutan” cuadros formados en otros medios, ofreciéndoles mejoras salariales, horarios flexibles, que trabajen desde sus casas, viajes y/o becas en universidades de Estados Unidos, para que se incorporen a su planilla.

En algunos casos usan casi la misma figura del testaferrato, pues se elabora el artículo a publicar y se firma solo por el periodista reclutado, aunque no lo haya elaborado, o de forma conjunta entre el reclutador y él.

El daño a la víctima es irreversible y no solo la afecta a ella sino a sus círculos familiares y sociales.

Constituye más que un delito, un crimen no solo ético, moral con implicaciones hasta en la integridad de la persona “objetivo del ataque” pues llega hasta a afectar su salud en la acepción amplia de la palabra y que además conlleva la imposibilidad de reparar el daño por el “vacío legal” y/o la impunidad existente en Guatemala.

El punto toral es ¿Cómo legislar para impedir la difusión reiterativa de información falsa o tendenciosa que, de manera directa o solapada a través de intermediarios, sea “fabricada” en una sala de redacción, un garaje, o recostado en la rockola de un antro cercano al parque central o fumando cannabis en una oficina de la zona 10, a través de los medios de comunicación sean estos impresos, radiales, televisivos o redes sociales, con el propósito de injuriar, difamar, desprestigiar a una persona, tratando de reducir o anular su credibilidad, menoscabando su dignidad y dañando su reputación, sin que se lesione la “libertad de Prensa” o la libertad de emisión del pensamiento?

“El honor como sentimiento que dirige los actos y la conducta de una noble vida humana puede ser ofendido, pero no puede ser arrebatado, porque la ofensa no quita a nadie su propio honor…” “porque siempre las posiciones claras, prevalecen”.

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