Alfonso Mata

Hablar sobre el futuro de las naciones, es tan difícil como hablar del futuro y perspectivas de las ciencias. La transformación de ambos campos en los últimos cien años ha sido cuantiosa. Lo interesante en ese devenir científico político, fundamentalmente son dos hechos: uno consiste en que en ambos campos, la asimetría rige los fenómenos que dentro ellos se desarrollan, es decir, lo que funciona en un lugar, fracasa en otros. Creencias y hábitos responden de diferente manera; deseos y ambiciones también les afecta, y en medio de eso, la probabilidad de un mundo mejor para más, se vuelve exigua y hoy en día, en casi todos los países, bastante nos queda a los ciudadanos para explotar técnica y humanamente lo que es la democracia , soberanía y el saber.

El otro hecho con su serie de elementos, que afecta la relación ciencia-política, se refiere al manejo de fuerzas dentro del poder que supone valores para ejercerla, mantenerla y acceder. Cada vez es más evidente que los contrarios se enfrentan tanto en ciencia como en política, pero en ninguno de los lados de manera tan peligrosa como en los países menos desarrollados donde un “colonialismo” sigue imperando generando bandos diferentes en lo que inventan y reflexionan políticos y científicos, y en sus explicaciones sobre lo que hacen y ambicionan, generando y volviéndose -quiéranlo o no- representantes de ideologías que cada vez se enfrentan y unos y otros, se lanzan dardos considerando el otro “idealista y fuera de razón” al extremo que se niegan –envueltos en un manto emocional- cargados de temores y desconfianzas entre sí y nada más significativo en ello que la lucha sobre los usos y aplicaciones científicas entre tecnócratas y burócratas, manto emocional que define deseos, gustos, preferencias y miedos, fundamentados en principios y valores muchas veces contrarios. En este enfrentamiento y bajo ese campo de conflictos, es evidente que se vuelve difícil para cualquiera, vivir en un ambiente en cuya existencia no se cree y en que se observa la consolidación de un sistema, que en lugar de aportar devora: bienes, valores, creencias y bienestar humano y ambiental.

Por otro lado, las ciencias se han ampliado de tal modo que ya nadie puede echar una ojeada de conjunto, nadie conoce más que una parte de ese ingente arsenal y ante eso, existen dos tipos de preguntas que se abren ¿qué razones tiene su uso? Las argumentaciones lógicas que se le da a la respuesta, los sistemas explicativos que se montan para validarla, llevan a la segunda ¿qué motivos tenemos para su uso? No cabe duda que esto lo gobiernan nuestras emociones (deseos, gustos, preferencias) y es acá donde se monta el concepto “saber”. Este, el político lo vuelve más pequeño, lo empaqueta, generando un verdadero ocultamiento: obtener algo personal o corporativo de él y este es un problema, para el cual según veo, no se ha encontrado ninguna solución y por lo tanto la relación entre Ciencia-Estado y entre aquella y sociedad se está moviendo peligrosamente dentro de un “ocultamiento de saberes” en medio de emociones y justificaciones, que conducen incluso a neutralizar un buen fin, lo que ha llevado a la pérdida de confianza en la ciencia, que parece marcada y dirigida a fomentar lo que genera ganancia y poder en todos los campos y no bienestar. Por eso ciencia –y es lo que duele- apenas significa desarrollo humano en muchos regiones y países, y crea en muchos indiferencia hacia su potencial.

El concepto de complementariedad que existe entre ciencia y política necesita de revisión en muchos de los campos. La atención y situación de los problemas sociales y ambientales lo exigen. La atención sobre esa relación, solo puede alcanzarse acogiendo todos los hechos y fenómenos que intervienen entre uno y otro mundo y sus interacciones y usando de ello para actuar, que es el verdadero sentido del actuar político y no que esto genere modificaciones y restricciones perversas, que terminen magnificando los problemas. Traigo como conclusión, las palabras del manifiesto Russell-Einstein “Casi todas las personas políticamente conscientes, están sensibilizadas con respecto a alguno de estos conflictos. Pero es necesario que nos desprendamos de percepciones parciales, para considerarnos miembros de una especie biológica que ha tenido una extraordinaria historia y cuya desaparición no es deseada por ninguno de nosotros”

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