Alfonso Mata

¿Se le ha ocurrido a usted pensar cuánto cuestan los juicios políticos y cuánto se ha recuperado de lo robado o mal habido; si todo ese espectáculo sirve de escarmiento a otros? Sendas preguntas que tienen una respuesta: Lo actuado NO permite recuperar ni sienta escarmiento y persuasión; simplemente porque son más poderosas las fuerzas ocultas sociales que alientan esa actitud; he ahí el quid, eso es posible a causa de que la estructura organizativa del Estado, fomenta el desarrollo de la descomposición del mundo democrático y no lo deja crecer.

La justicia, pese a la vitalidad mostrada en el último año, no ha sufrido ninguna transformación que renueve su organización y funcionamiento. Lo mismo puede decirse de los otros organismos del Estado: Legislativo y Ejecutivo, no asumen su papel transformador.

En una estructura de Estado como la que tenemos, los unos, que son la mayoría, indecisos e incautos, se dejan llevar por una “camarilla” que con astucia y con sigilo, alientan exacerbadas estafas y fraudes en beneficio propio provocando una gobernanza sin razón social. En medio de ese mundo que ha dejado de ser de fantasía, el actuar ciudadano luego de un pequeño estremecimiento, ha perdido (consciente o no) su emoción por el cambio; se ha vuelto creyente de que vive dominado por una clase inteligente, calculadora, segura de su posición y de su poder, que con sigilo coloca hombres útiles mal llamados políticos, que le sirven para mediatizar y tranzar para que no se produzca el caos del todo. En medio de esa nada sin razonamiento de ideas progresistas que renueven y sacudan la cultura imperante y su estructura, se repiten una y otra vez desmanes, en un espectáculo sin fin.

Es entonces legítimo pensar, que no estamos sumidos en medio de un caos, sino de algo sustanciosamente predeterminado, en que se destruyen los lazos entre los ciudadanos de toda clase y se coloca en medio de estos y los adelantos administrativos, técnicos e intelectuales, toda clase de trabas, artimañas y limitaciones, para realizar trasgresiones que lamentablemente salen a la luz pública ya consumados.

Los juicios contra funcionarios públicos y de civiles en contubernio con ellos, trastornaron nuestro modo de ver y entender la justicia y cosa interesante, sin tocar su razón de ser a fondo. Ellos nos transfirieron a otra realidad sino del todo conocida, sí intuida. Hemos visto como un juez nos ha señalado que “servir”, en esos momentos ha dejado de ser algo digno de verse, sustituido por “el servirse de…” y que al visualizarlo ante la opinión pública, ha generado perspectivas de algo mejor por venir. ¡Gracias CICIF y Juez Gálvez!, pero eso no es hacer justicia aún. De esta amalgama de investigaciones, análisis y reconstrucciones, no emerge aún el genio que haga cambios y ponga orden. La sospecha ha creado la necesidad del testimonio, pero aún está lejano que esto se enfile a una experiencia que sacuda al agresor y le convierta de victimario en culpable, obligándolo a devolver lo que no le pertenece. Es esta falta de ver cumplido el criterio moral de la justicia en acción, lo que mantiene al pueblo asqueado de desesperanza y refugiado en la indiferencia.

Una vez perdida la ilusión de justicia y democracia (breve y triste por cierto) pronto se ha reconocido que la fugacidad de esa ilusión, obedece a que sobre los intereses de justicia y democracia, hay otros designios más poderosos que perviven, y el desconsuelo lo único que muestra, es que no se puede romper un mundo sórdido y retorcido a través de la protesta y que hay que salir del rincón de la amargura, en búsqueda de un algo aún desconocido, sino queremos quedar encadenados a un mutismo que solo precipita a un escepticismo sombrío. En medio de la actual desorientación, se hallará el camino tan necesario al cambio social y político, pues nadie se siente bien; el malestar anima a todas las generaciones y es necesario que broten espíritus y mentes abiertas, que habrán paso en esa amalgama compleja de situaciones, que va generando cada día más, una onda de dolor y miseria, incomprensiones e injusticias, que piden a gritos, sacudir el mundo político y social actual de nuestra patria, en aras de la soberanía y la justicia.

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