Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

El día miércoles, el presidente Barack Obama habló en la Convención Demócrata y en su discurso de 45 minutos dijo lo siguiente (traducción libre):

“Y eso es lo que Hillary Clinton entiende. Ella sabe que este es un país grande, diverso y que la mayoría de asuntos raramente son blanco y negro. Que incluso cuando uno está en lo correcto en un 100%, para lograr los objetivos necesita de acuerdos en los que debemos ceder. Que la democracia no funciona si constantemente nos estamos demonizando entre nosotros.”

“Ella sabe que para lograr el progreso, nos tenemos que oír los unos a los otros, vernos reflejados en la vida de los demás, luchar por nuestros principios pero también luchar por encontrar terreno en común, por difícil que esto pueda parecer.”

Y traigo a colación esas palabras porque son tan necesarias para nuestra realidad y deben ser una guía para nuestro futuro. En el mundo, pero especialmente en Guatemala, hay temas como la lucha contra la corrupción que sí tiene que ser blanco o negro si de verdad deseamos dar el salto de la ilegalidad a la legalidad y de la cooptación a la liberación.

Pero también hay temas sociales y económicos en los que los guatemaltecos no solo nos mostramos diametralmente opuestos, sino que además los utilizamos para despedazarnos entre nosotros y para revivir las causas de un conflicto armado interno que nos dejó muchas heridas.

La Guatemala de hoy, pero especialmente la del futuro, pasa porque logremos ser una nación más justa e incluyente, en la que las masas olvidadas dejen de serlo. En el país debemos aplaudir a los empresarios y emprendedores que buscan hacer las cosas bien, incluso luchando contra la corriente del sistema, pero también debemos entender que ese esfuerzo no es suficiente para salir del atolladero.

Es indispensable un gran acuerdo nacional en el que primero, acordemos ejercer el compromiso de ser verdaderos ciudadanos y segundo, sentemos las bases sobre las que debemos reencauzar el papel del Estado que en ocasiones tendrá que ser un árbitro en un juego de reglas claras, pero también debe ser el propulsor de desarrollo y oportunidades para las clases más necesitadas.

Hoy, la clase media tiene más chance de pasar a la pobreza que de pasar a la riqueza, los pobres de pasar a la extrema pobreza y los pobres extremos de morir en medio del abandono y la indiferencia que tanto nos golpea.

La necesidad de alcanzar un gran acuerdo nacional en donde definamos los pasos a dar para un futuro sostenible de nuestro país, nuestro sistema y nuestra gente es una obligación, primordialmente, moral y social, pero también económica porque si no cambiamos lo que hoy se tiene y se cacarea como “sólido”, reventará en mil pedazos el día que esto estalle ante la inactividad de las clases dominantes.

Alcanzar acuerdo en Guatemala no es fácil, más cuando los que han causado toda esta debacle con el consentimiento de la gente, ahora se pintan como los salvadores o gurús (por mencionar un solo ejemplo), pero los tiempos son tan apremiantes y el reto es tan apasionante como necesario, que nos demandará buscar más qué es lo que nos une de lo que nos distancia.

Ese objetivo, a mi juicio, es lo más difícil de lograr, pero habremos de luchar si de verdad queremos una Guatemala diferente para nuestros hijos.

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