Han pasado los lustros, décadas, y resulta que el meganegocio de corrupción en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, que por cierto se extendió a otras instituciones del Estado, ha sido uno de los más conocidos pero, también, de los más arraigados.

Muchas veces una simple fotografía de los pacientes desamparados en las salas de espera, un video de los familiares relatando la muerte de un enfermo por falta de medicinas o ver las condiciones de la infraestructura, los insumos y materiales con que tienen que trabajar los médicos y enfermeras, nos hacen perder la fe de que la cosa puede cambiar.

Con mucha razón hay ciudadanos que se hartan y se desesperan de ver que muchos ven tolerancia a la corrupción, como con el caso de TCQ, y no llegan a entender que dinero es dinero y que la importancia de los recursos en un Estado como el de Guatemala termina siendo trascendental en la vida de sus ciudadanos.

Mentes brillantes, pero comprometidas con el mal, fueron las que establecieron el contrato abierto, el doble asterisco, las redes de adquisición, los candados de variación de productos, los patronatos, proyectos de privatización intermedia, etc. Terminamos sometidos a las decisiones de esos largos talentosos que blindaron un sistema de enriquecimiento que cada vez más se aleja de lo que es una función de servicio fundamental hacia los ciudadanos.

Pero de repente, nos aparece un nombramiento que nos genera optimismo y es el de la doctora Lucrecia Hernández Mack. Y nos genera esa positiva idea porque lo primero que ha anunciado es que se necesita una transformación profunda del MSPAS y demuestra con sus declaraciones que sabe cómo y por donde entrarle al toro.

Es importante hacer ver a la ciudadanía que en este tema de la Salud, las mafias que se han enriquecido con el sistema darán la batalla para que la Dra. Hernández Mack fracase y que se mantenga el inhumano negocio.

Y también hay que recordar que con medidas a medio empuje, cuesta mucho derrumbar las estructuras que han mantenido el secuestro institucional con el que el país se hunde mientras los pocos se enriquecen.

Es por eso que apoyamos las intenciones de un cambio que con contundencia venga a transformar las formas de prestación del servicio y los métodos de adquisición, los pactos con los laboratorios y demás proveedores, esperando que se refleje en un servicio que alivie las terribles penas y angustias de los enfermos y sus familias. No podemos esperar más.

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