Sandra Xinico Batz
sxinicobatz@gmail.com

Militares en los buses, en las calles, vigilantes y rondando entre nuestros barrios. Retenes en las carreteras revisando a los hombres mientras soldados armados están en guardia. Entre los pobres, la vigilancia no para.

Me he movilizado en un bus que llevaba: dos soldados y tres policías (PNC) y el miedo en lugar de la seguridad imperaba, el temor de ser asaltados o que el piloto pueda ser asesinado permanecen además de nuestra desconfianza históricamente generada por el ejército y la policía. Salgo de mi casa y debo tomar un taxi, son las nueve de la noche en la ciudad y mientras intento hacerlo, un taxista desde el otro lado de la calle, me observa, el semáforo se detiene y me grita desde su asiento: “se la van a llevar pero se la van a coger”. Seguramente no faltará quien me culpe por andar en la calle a esas horas de la noche y creerá que esto se resuelve quedándome encerrada en casa para evitar la violencia o una violación sexual, como si nosotras anduviésemos buscando o deseando algo como eso cada vez que salimos.

Unos días antes estaba en la sexta avenida del Centro Histórico, eran como las 4:30 de la tarde y mientras conversaba con unos amigos, un hombre se detuvo a tocarme “a meterme mano” como conocemos comúnmente acá a este tipo de violencia hacia las mujeres, reaccioné con rabia pero mis reclamos fueron solitarios porque nadie además de mí reaccionó, mis amigos inmovilizados tratando de entender lo que me sucedía y mi alrededor saturado de personas observaron atónitos mi reacción mientras el agresor se diluía entre ellas, exitoso de violentar sin que nada le haya pasado, sin que nadie le hubiese indagado o reclamado por tan deplorable actitud de macho.

Trato de entender ¿Cómo nuestra sociedad permite que a las mujeres nos traten así y por qué prefieren culparnos a nosotras de una agresión sexual justificándolo con la ropa que usamos, por la hora en que ocurrió, insinuando incluso una posible provocación de nosotras hacia nuestros agresores, antes de exigir justicia? Me indigno, me duele en el ser y mientras intento resolver esas dudas punzantes en mi cabeza la televisión muestra algo que me deja atónita: las declaraciones del Ministro de la Defensa justificando la violación sexual ocurrida en contra de una estudiante en el Instituto Adolfo V. Hall por un soldado, a quien en sus propias palabras (del ministro) resarcirán (a la víctima) con una beca de estudios en ese mismo lugar. ¿Usted, compañera, podrá imaginarse “resguardada” por un soldado como este? ¿Qué tipo de militares andan en las calles “protegiéndonos” contra los “malhechores”? Parece ser que los militares del pasado, aquellos violadores durante el Conflicto Armado, nunca se fueron y sus prácticas han sido heredadas por jóvenes que por jóvenes tienen solamente la edad porque están ya podridos de su ser.

Por eso cada vez que pida más militares en las calles, en los puestos de gobierno, como funcionarios del Estado, piénselo, porque al menos yo no logro vislumbrar la diferencia de un uniformado violador y un criminal en las calles.

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