Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt – @JAVIEResTOBAR

Las últimas semanas hemos escuchado las propuestas de Jimmy Morales y Sandra Torres en el marco de su campaña con miras a ganar la Presidencia en el balotaje del próximo 25 de octubre. Los dos presidenciables ya hablaron de todo lo que quieren hacer en el Gobierno, pero sus discursos esconden una gran farsa.

Ya sea el trifoliar que Jimmy tiene por “plan de gobierno” o el programa electoral de Sandra, en ambos casos no hay claridad sobre cómo los políticos planean abordar la difícil situación de las finanzas públicas para 2016. Por eso, cualquier promesa de campaña de cualquiera de ambos partidos resulta una verdadera farsa.

El combate a la pobreza, la mejora de la calidad educativa, el rescate de los hospitales y el resto de proyectos de los presidenciables tienen un precio, y parece que ambos presidenciables lo tienen claro, pero todavía no saben cómo van a conseguir los recursos para sostener sus planes.

Ni siquiera en el Congreso se define si el presupuesto de 2016 será de Q55, Q60 o Q72 mil millones, y eso es suficiente para entender que los políticos nos están “vendiendo” discursos vacíos, pero lo verdaderamente preocupante es que los electores se los estamos “comprando”.

Algunos dirán que Jimmy y Sandra no tienen responsabilidad directa por la inestabilidad actual de las finanzas, y puede que tengan razón, pero seguro es que resulta irresponsable construir un proyecto de Gobierno sin un programa económico serio.

Sandra habla de ampliar la base tributaria y enfatiza en que no creará más impuestos, mientras que Jimmy plantea “recobrar la moral tributaria”, pero ninguno expone con claridad las reformas que se deben plantear en la legislación tributaria.

Esta semana se mencionó en el Congreso que era necesario dejar sin efecto las medidas que se plantearon en 2012 como parte de la reforma tributaria del Partido Patriota –que recibieron el apoyo de varios diputados de la Unidad Nacional de la Esperanza– porque a todas luces fue un fiasco.

Esto debería ser el punto de partida para que los aspirantes a la Presidencia expongan con total claridad su plan para mejorar la recaudación tributaria, y garantizar así el financiamiento de sus planes. Y es necesario pensar ahora en los impuestos porque el incremento de la deuda ya no debe ser considerado como una opción en el Gobierno que tomará posesión en enero próximo; la capacidad de pago de Guatemala ya no es la misma de antes.

Comprendo con claridad que discutir sobre impuestos pueda resultar incómodo y comprometedor para los políticos, pues es un tema que históricamente ha tocado los nervios de los grupos de más poder, pero los electores merecemos claridad y transparencia.

El Estado debe cumplir con su papel garante de los servicios básicos que procuren el bienestar de la población y no creo que sea necesario hacer recortes presupuestarios, porque la economía no deja de crecer. Tal vez es momento de inclinar un poco la balanza para que la riqueza se distribuya de una forma justa, pero eso requiere del compromiso y el valor que tengan los presidenciables.

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