Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Tanto Otto Pérez Molina como Manuel Baldizón han dicho que Guatemala está sufriendo una intervención extranjera por las investigaciones que realiza la Comisión Internacional Contra la Impunidad, pasando por alto que fue el Estado de Guatemala el que solicitó a Naciones Unidas la conformación de ese ente para enfrentar el serio problema de estructuras clandestinas que se adueñaron del sistema de justicia para generar ese muro de impunidad que tanto daño le ha hecho al país.

Tales estructuras utilizaron todo su enorme poder para generar una abrumadora corrupción en el país que prostituyó al sistema político nacional, acabando con la democracia porque se creó un modelo en el que la siniestra alianza entre financistas y políticos creó la plataforma para lo que ahora se ha evidenciado como un persistente y descarado robo que afecta a la población guatemalteca. El saqueo no empezó, ni por asomo, con este gobierno sino que se ha ido perfeccionando desde el mismo inicio de la llamada apertura política.

La intervención extranjera, de la que se quejan Pérez Molina y Baldizón en el mismo tono y con la misa cantaleta, permitió que al fin nuestro pueblo se diera cuenta de hasta qué nivel de corrupción habíamos llegado. Durante años algunos lo estuvimos repitiendo y yo hasta dije que desgraciadamente los políticos llegan hasta donde los ciudadanos los dejamos e hizo falta que se destapara la forma en que la Baldetti manejaba el negocio de las aduanas para que hubiera una reacción que debió producirse cuando ella se mostró burlona con la gente y cínica en el descarado y burdo hueveo de Amatitlán.

Pero ni siquiera la forma abusiva e insolente en que se comportó esa mujer, prepotente por el sólido respaldo que mantuvo siempre de Pérez Molina, provocó una reacción como la que hacía falta.

De no haber sido por el trabajo de la CICIG y de un Ministerio Público que se transformó en verdadera herramienta contra la corrupción, Pérez Molina y la Baldetti hubieran terminado su período, ido al Parlacen y hubieran gozado para siempre del producto de su enriquecimiento ilícito, como lo han hecho todos los otros ladrones que han estafado al pueblo de Guatemala desde la Presidencia.

De no haber sido por esa bendita “intervención extranjera” a estas alturas estaríamos inmersos en los avatares de la campaña presidencial como cada cuatro años, pensando que nuestro voto iba a marcar una diferencia y que “eligiendo bien” podríamos encontrar el cambio, sin entender que el sistema es el podrido y que debemos cambiarlo en vez de andar haciéndonos ilusiones con que el cambio de gobernante nos va a dar algo bueno.

Aquí los políticos andan buscando, como dijo hoy Roberto González Díaz-Durán en una entrevista, el “privilegio” de ser Presidentes. Nadie piensa en la responsabilidad y el compromiso que implica recibir un mandato del pueblo para trabajar en el servicio público. Se busca el “privilegio”, como cándidamente describió ese candidato presidencial la oportunidad de llegar al poder que no es, para ninguno de los aspirantes, un abrumador desafío para servir a los guatemaltecos.

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