Mario Álvarez Castillo

Afanados por hallar soluciones aceptables a la multiplicidad de desaguisados cometidos, resultado del mal proceder de muchos años de disfrute emparentado con el hedonismo y sin castigo, se repite el temor con que el ser humano es arrojado al mundo de la realidad y por ello, ese sentimiento es el íntimo compañero de la desconfianza en todos los que hacen gobierno. Y nosotros, contaminados por la desobediencia como posibles afectados en nuestros personales intereses, le tememos hasta al calendario porque se acerca la incógnita de los cuatro años del futuro.

El temor se agiganta cuando se oyen voces que claman por reformar la Ley matriz; es cuando sale al paso la proclama de que ella es intocable como si hubiese sido dictada por los dioses, olvidando que fue redactada, como las anteriores, colmada de las emociones prevalecientes del momento y como tal, para seres diferentes que la volvieron incumplida. Se permitió que el ciudadano que quiso formar parte de un gobierno, pusiera rozaderas para que él mismo no dejara progresar a los que no lo integraron. Así tenemos agrupaciones sindicales útiles para el estropicio y la engañosa colusión. Se concedieron privilegios a una maquila ingrata y perversa de profesionales en desmedro de la aconsejable atención al futuro del país, que frente a la comodidad bochornosa de los otros, debe posar sus exiguas carnes en bloques de cemento; dentro del ominoso reparto, se concedieron porcentajes que dieron lugar al arrebato por disfrutar de cargos que otrora eran meritorios para convertirlos en botín inescrutable. Lacera el haber escuchado la tertulia de tres policías municipales de Antigua que, apostando a una futura obstrucción, decían “al próximo Alcalde desde el principio le vamos entrar al hueso”, o sea lo tendremos de rodillas; no lo dejaremos trabajar.

La “desobediencia” es la conducta que manifestada desde el más alto funcionario hasta el simple conductor de vehículo que nos ha hecho tanto daño; y así invocamos vivir en un “Estado de Derecho” porque se ignora que ello implica la sujeción de los actos de gobierno a normas superiores previas y en cuanto a los gobernados, la igualdad ante la Ley.

En el artículo 140 de la actual Constitución, se afirma que el sistema de gobierno, es republicano democrático y representativo. Sin embargo, a la democracia no le hemos visto la cara, tal vez porque el equilibrio de la libertad individual y el logro del bien común, que son sus fundamentos, se encuentran pervertidos, debido a que nos ha sido impuesta ya dañada, por los que se llaman países amigos, siendo que se trata de un ideal por el que se debe luchar. Ese equilibrio no fue incluido en el manual que nos fue impuesto a veces de manera inesperada y en otras ocasiones con sigilo, a tal extremo que tenemos que reñir con nuestros hábitos moralizadores y de urbanidad que nos fueron inoculados en la infancia; esas decisiones las toma el que legisla porque esa es la representación ciudadana dentro de la democracia; y si se acostumbra y reputa válido en el país amigo que se deprava con una vida licenciosa, nos vemos estimulados a imitarles porque sus ayudas nos lo imponen. No debemos olvidar el llamado “divorcio express”; la protección al delincuente que reniega del camino que escogió y opta por la traición y denunciar a sus compinches; tampoco el destino del padre que cumple con la obligación de corregir a su hijo, amenazado de acusarle por el pequeño ante “los derechos humanos”; las pretensiones por legalizar el consumo de alucinógenos; muy pronto el aborto porque el feto evita el disfrute licencioso, y la concepción temprana.

Así, conocer lo que el legislador constituyente quiso decir a través de los ocho títulos, veintiséis capítulos y sus trescientos ocho artículos, debería ser de obligado conocimiento para los veintiún mil setecientos abogados, paridos por esa maquila de la vergüenza para el Arzobispo de Milán.

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