John Carroll

Es normal escuchar a personas recriminar contra el gran poder que tiene la Prensa y cómo este puede ser utilizado a veces de forma maliciosa para dañar a instituciones o personas. Es normal también escuchar ideas para controlar legalmente a la Prensa para que los efectos que causan noticias malas o tendenciosas no afecten al personaje o institución aludida. Los análisis en torno a las regulaciones propuestas regularmente dejan por fuera las grandísimas ventajas de tener un sistema de prensa verdaderamente libre y que trabaje en el marco de leyes que procuren esa libertad.

En cualquier profesión u oficio, personal o institucional, encontraremos buenos y malos profesionales o buenas y malas instituciones. Médicos, sacerdotes o prostitutas pueden ser buenos o malos profesionales, responsables o irresponsables, éticos o no para conducir el ejercicio de su profesión y al igual que los periodistas, están sujetos al escrutinio público y a la aceptación o rechazo de su mercado.

Es cierto que el conocido cuarto poder tiene una responsabilidad especial porque obviamente el volumen de la voz de un periodista o un medio es más alto que el de un individuo común, pero eso no significa que las otras profesiones u oficios no tengan su responsabilidad especial. El cura por ejemplo, tiene la confianza de los fieles y eso implica no aprovecharse de esa misma confianza. El médico tiene en sus manos la vida del paciente, el ingeniero la seguridad de su obra, el político el manejo de los fondos públicos y así podríamos seguir nombrando muchas responsabilidades especiales de cada uno en la sociedad.

Lo que yo trato de explicar siempre a las personas que cuestionan el gran poder de los medios y sus periodistas es que vivimos mejor con ellos que sin ellos. Y claro que reconozco que, como en cualquier profesión, existen periodistas y medios que ejercen su profesión de manera irresponsable. Muy probablemente podríamos cambiar algunas leyes para que los periodistas o medios irresponsables tengan mayores consecuencias, pero a decir verdad la falta de consecuencias por actos antisociales es una falla generalizada de nuestro sistema de justicia y no se limitan al actuar del periodista sino que sucede con todas las profesiones. El sentido de la responsabilidad tiene que desarrollarse con nuestra legislación de manera que los malos profesionales paguen las consecuencias de sus actos. El mal médico, el político corrupto, el periodista mentiroso y todo aquel profesional que con sus actos dañe a terceras personas debieran de sufrir consecuencias reparando lo actuado.

Como los medios son empresas lucrativas con intereses comerciales como los de un hospital, un restaurante o un supermercado, es natural que sus dueños procuren el oficio noticioso con sesgo de interés personal, no existe otra forma de hacerlo y no hay límites más que las fuerzas del mercado y las limitantes de ley para publicar la información que a los dueños de medios les plazca. No es obligatorio leer o escuchar tal o cual medio y por lo tanto el mercado de personas que se informa tiene derecho a tomar o rechazar la información, no existe otra regla en el juego todos los demás factores son asuntos morales que también serán juzgados por la sociedad con aceptación o rechazo de acuerdo a su propia escala de valores.

Por suerte, existen varios ejemplos de nuestra historia reciente que permiten comprobar la utilidad de la prensa para una sociedad civilizada. Por ejemplo, ¿Qué hubiera sido de nosotros sin el apoyo de la Prensa durante el Serranazo? ¿O el fatídico día en el que miembros del FRG organizaron el Jueves Negro? Ni decir del protagónico papel que están jugando medios y periodistas en este delicado momento de nuestra historia política. Por suerte, la libertad de prensa aún impera en Guatemala.

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