Sergio Penagos Dardón

Ingeniero Químico USAC, docente, investigador y asesor pedagógico en el nivel universitario. Estudios de posgrado en Diseño y Evaluación de Proyectos y Educación con Orientación en Medio Ambiente; en la USAC. Liderazgo y Gestión Pública en la Escuela de Gobierno.

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Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado.

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Es posible identificar la crisis de la democracia al expresarla como la ausencia de arreglos institucionales, o también, se puede abordar dicha crisis como una situación de carencia de valores. Los arreglos institucionales constituyen un conjunto de reglas y organizaciones interrelacionadas que sirven para coordinar las actividades orientadas a obtener objetivos sociales, que es posible asociar a la buena gobernanza. La carencia de valores, por su parte, se identifica cuando el gobierno protege a las redes corporativas que conforman los sectores organizados, que representan los intereses de grupos poderosos, ignorando las necesidades del pueblo. De esa forma, el gobierno lanza al cesto de la basura a los valores humanos, definidos como el conjunto de virtudes de cada persona en cuanto a su actuación, interacción y relación con su entorno.

El método democrático ha sido considerado el sustituto funcional del uso de la fuerza para la solución de los conflictos sociales. Porque, la democracia se identifica con la búsqueda de nuevas formas de conducir el proceso de gobierno, de toma de decisiones y de cambio en las modalidades del ejercicio del poder.
Para Bobbio, el Estado se desarrolla sobre tres estadios (período o fase de un proceso) naturaleza, de derecho y democrático. Para Bobbio, las amenazas a la democracia están latentes en su propio seno, a saber: la ingobernabilidad, la privatización de los espacios públicos y el poder oculto. Una democracia en crisis se presenta como un modelo de gobierno que necesita una redefinición, cuando sus mecanismos tradicionales lucen débiles para garantizar el equilibrio de sus estructuras y su funcionamiento. Considerando la gobernabilidad como todas aquellas acciones que constituyen la función pública en un régimen político, en este caso, una democracia republicana que se traduce en políticas públicas integradas a un marco institucional, basado en un orden jurídico que determina la creación de leyes, su aplicación y su interpretación; funciones propias de los poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; con el apoyo de los órganos constitucionales autónomos y otras instituciones que trascienden al gobierno, pero que, a la vez representan una influencia determinante en sus funciones. Por eso, se considera a la gobernabilidad como la capacidad para realizar acciones de gobierno que permitan la armonía social, con un adecuado equilibrio entre el ejercicio del poder y las respuestas a las demandas sociales, de manera legítima, eficaz y duradera.

La historia de nuestra democracia republicana ha estado inmersa en una permanente crisis de gobernabilidad, por la incapacidad de los gobernantes y la obvia desatención de las demandas sociales, como consecuencia de la presión de grupos poderosos y de descarada injerencia extranjera. La ineficacia del gobierno es la causa fundamental de la actual crisis de gobernabilidad, cuyo factor determinante, es el crimen organizado, el narcotráfico y sus consecuencias, conductas delictuosas que se manifiestan con la penetración en la política, el financiamiento de campañas electorales y sus nexos con el poder establecido. Un ejemplo imperdonable es el manejo de las acciones contra la pandemia Covid–19, el número de los decesos, las corruptelas en las compras y los daños colaterales. Cuando se produce una situación de tal naturaleza, el sistema tiende a colapsar al no cumplir con sus compromisos sociales, pues entre la sobredemanda y la incapacidad de respuesta, el desequilibrio genera conmoción en sus estados internos. Entonces, se concibe razonable entender como crisis de la democracia la resistencia de sectores de la sociedad, a las instituciones gubernamentales tradicionales, al buscar una salida alternativa, que puede verse reflejada en opciones extremas.

El agotamiento de la democracia debe verse desde la perspectiva de un debilitamiento de su ejercicio, mas no del sistema propiamente. La discusión actual, tanto en los entornos de la ciencia política, como de la sociología y de la economía, apunta en esta dirección, la de una redefinición de la democracia y sus mecanismos institucionales.

La discusión sobre la democracia, como sistema político y modelo ideológico de las sociedades modernas, nos remite al eterno debate sobre la democracia nominal o formal, y la democracia sustentada en valores. Pareciera que es ahí donde radican buena parte de los problemas que asociamos con la crisis de la democracia. La discusión sobre la democracia se plantea, entonces, desde la lucha entre la visión hegemónica de la construcción y representación democrática elitista, y la contrahegemónica, de innovación social, que se propone como alternativa, desde una concepción participativa de la democracia. Difícilmente podría tener éxito, como sistema político, una sociedad que no tenga como valores fundamentales aquellos que sustenten el ideal democrático. Existen muchas sociedades democráticas que periódicamente efectúan elecciones, cumplen con alternabilidad en poder; pero presentan un balance muy desfavorable cuando son evaluadas a través de indicadores internacionales que miden sus niveles de gobernabilidad democrática.

En el Estado representativo moderno los sujetos, políticamente relevantes, son los individuos y no los grupos o partidos políticos.

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