Sergio Penagos

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Sergio Penagos

Francois-Marie Arouet. Más conocido como Voltaire (1694 – 1778), en su Diccionario filosófico plasma su opinión acerca de las abejas en los términos siguientes: La especie de las abejas es superior a la raza humana en cuanto extrae de su cuerpo una sustancia útil, mientras que todas nuestras secreciones son despreciables y no hay una sola que no haga desagradable al género humano.

Los seres humanos poseemos un aparato excretor, que se encarga de eliminar los desechos producidos por las actividades metabólicas. Todos los productos que ya no necesita el organismo salen en forma líquida, sólida o gaseosa, constituyendo los materiales que nadie desea conservar y que se identifican por su olor fuerte y nauseabundo provocando asco. Esos materiales son de origen orgánico se ven, se huelen y se pueden tocar.

Además de los productos tangibles, los seres humanos excretamos productos intangibles. Los tangibles ya los mencionamos en el párrafo anterior. Los intangibles son resultado de las actividades cerebrales: los pensamientos y sus manifestaciones que no podemos ver, pero al escribirlos o proyectarlos es posible verlos y utilizarlos.

En Guatemala tenemos una verdadera colmena de zánganos, llamados diputados, que se dedican a comer y beber hasta el hartazgo; como consecuencia de ello su producción de excretas o desechos es enorme, porque poseen un exagerado aparato digestivo. Está científicamente comprobado que la distribución de la energía en el organismo, se realiza de acuerdo al trabajo que cada parte del mismo debe ejecutar, a mayor actividad, mayor demanda de energía. Además, la relación energética entre el aparato digestivo y el cerebro es directa. Esto significa que cuando el estómago tiene mucho trabajo, le quita energía al cerebro. En buen chapín, después de una gran hartada nadie está en condiciones de pensar. O sea, cuando el estómago trabaja el cerebro no produce. En los zánganos, el volumen del estómago es inversamente proporcional al volumen del cerebro.

El permanente consumo de alimentos de nuestros ilustres diputados, hombres y mujeres, tiene como consecuencia inmediata una evidente atrofia del cerebro; con el agravante que muchos de ellos o ellas, ya lo tenían en estado deplorable antes de asumir sus funciones. Pero, con la enorme tarea de comer en cada sesión en la que participan, su cerebro dejó de funcionar.

De esta voracidad legislativa hay abundante evidencia documental. A través de una solicitud de acceso a la información pública, Soy502 obtuvo las copias de las facturas que los congresistas reportaron como gastos de sus fondos rotativos, de enero a octubre del año pasado.

De acuerdo con ese reporte, los diputados tuvieron un gasto de más de 875 mil quetzales (Q875, 576.69) en desayunos, refacciones, snacks, almuerzos y cenas. El rubro más alto de alimentos corresponde a las reuniones plenarias con más de 257 mil quetzales (Q257, 293.66), seguido por la Junta Directiva y las Direcciones del Congreso con más de 208 mil quetzales (Q208, 150.77) y las bancadas con más de 205 mil quetzales (Q205, 293.13). Mientras que las Comisiones ejecutaron en comida más de 118 mil quetzales (Q118, 560.33) y las reuniones de los jefes de bloques tuvieron un costo de más de 86 mil quetzales (Q86, 278.80).

En la sesión plenaria para la toma de posesión del presidente del Congreso, Allan Rodríguez, en el 2020, el Legislativo erogó más de 42 mil quetzales (Q42, 098.80). Solo en el coffee break se pagó más de 12 mil quetzales (Q12, 294), la patriótica entonación del himno nacional tuvo un costo de 7 mil quetzales y los parqueos para los invitados costaron 12 mil quetzales. Siempre hay un zángano más listo. Aunque el presidente del Congreso, Allan Rodríguez, no reportó ningún gasto de su caja chica, sus compras fueron reportadas por las direcciones a su cargo.

Para Nómada, previo a ocupar su curul los nuevos diputados recibieron una capacitación para desempeñarse como buenos zánganos. Llama la atención que durante esa actividad se gastaran Q19 mil 077 para alimentarlos.

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