Sandra Xinico Batz

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Sandra Xinico Batz

La naturalización de la violencia contra las mujeres provoca un contexto de permanente hostilidad y saña en contra de nuestra integridad. El hecho de que las instituciones del Estado sean parte de la reproducción de estas violencias complejiza su dimensión, por el poder que poseen para que exista impunidad y con ello se normalice la misoginia.

El hecho mismo de denunciar implica un proceso violento, revictimizante, desolador, porque los entes que tienen los recursos y las herramientas para impartir justicia y prevenir la violencia contra las mujeres se niegan a hacer su trabajo; esta acción es deliberada ya que con ello están tomando una postura, la de estar del lado del agresor, del que utiliza la violencia para ejercer control sobre el cuerpo y vida de las mujeres.

Socialmente se legitima este control, porque una mujer puede ser quemada, violada, desmembrada y que existan todas las pruebas que comprueben que esto ocurrió y quien lo cometió, aun así, los femicidas son protegidos y dejados en libertad para seguir violentando. Guatemala es un país de tragedias anunciadas.

Hace unos días se hizo pública la situación de una joven que fue secuestrada, drogada y violada por un taxista en ciudad de Guatemala, cuya denuncia fue ignorada por el Ministerio Público (MP) que se negó a recibir la denuncia porque la joven no tenía los datos del agresor, lo cual es completamente inaudito e indignante ya que una de las responsabilidades del MP es investigar para encontrar al o los responsables y con ello también impedir que esto siga ocurriendo.

Ni en taxi, ni en camioneta, ni caminando estamos seguras; ningún lugar es seguro para las mujeres en este país misógino. Hace un mes y medio fueron violadas dos jóvenes durante el asalto de una camioneta en la ruta Interamericana y es doloroso saber que difícilmente habrá justicia para ellas, para las otras, para todas.

Estamos hablando de un problema sistemático que sigue determinando una vida de carencias, violencias y sometimientos que se manifiestan de múltiples maneras, afectando todos los ámbitos de la vida de las mujeres, que se intensifican por el racismo, clasismo y colonialismo. No es normal que tan solo de enero a agosto de este año 1,457 niñas, entre 10 a 14 años, fueron convertidas en madres y que, en ese mismo rango de edad, de enero al 22 de julio se registraron 1,323 embarazos en niñas (datos OSAR).

Según el Observatorio de las mujeres del MP en promedio en el país desaparecen a 5 mujeres al día y 61,782 es el número de víctimas registradas durante 2022, por delitos en contra de las mujeres, niñas, niños y adolescentes, lo cual significa 185 denuncias diarias; son de los delitos más denunciados en el sistema de justicia.

El 5 de octubre el futbolista Marco Pappa salió de prisión, luego de ser beneficiado con la reducción de su condena por violencia contra la mujer; lamentablemente es más fácil que no vuelva a jugar por su edad que por ser un potencial femicida.

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