Roberto Blum

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La temporada navideña es una época especial, de alegría y generosidad. Entre luces brillantes, música festiva y risas familiares, la tradición de intercambiar regalos se destaca como uno de los elementos centrales de la Navidad. Sin embargo, detrás de la aparente sencillez de dar y recibir obsequios navideños, hay un aspecto que a menudo pasa inadvertido y que es importante: los costos de transacción que todo lleva asociados.

En términos económicos, los costos de transacción se refieren a los gastos y esfuerzos necesarios para efectuar una transacción. En el contexto de los regalos de Navidad, estos costos van más allá del valor monetario de los propios regalos e implican aspectos emocionales, logístico-ambientales y sociales.

Uno de los costos de transacción más subestimados es el costo emocional de la elección de un regalo. Al hacer el regalo, existe el riesgo de malinterpretar los gustos y preferencias del destinatario, disminuyendo el valor esperado de compartir durante la temporada festiva.

Otro aspecto por considerar son los costos logísticos asociados con la compra y entrega de los regalos. La congestión en las tiendas y las largas colas en los servicios de envío aumentan el estrés emocional. Por otra parte, el consumismo excesivo contribuye a generar problemas medioambientales. Además de los costos económicos, emocionales y logísticos, existen desafíos sociales asociados con una cultura desbocada de intercambio de regalos en Navidad. Las expectativas sociales generan una presión adicional para gastar más de lo planeado, llevando a la comparación y la competencia entre amigos y familiares. Este fenómeno distorsiona el verdadero significado de la temporada, desviando la atención de la conexión humana hacia la acumulación material. 

Si bien los regalos de Navidad son una tradición arraigada, es crucial reconocer y abordar los costos de transacción asociados. Esto implica una reflexión sobre el valor emocional de los obsequios, la gestión responsable de los costos logísticos y la reevaluación de las expectativas.

En última instancia, la verdadera esencia de la Navidad radica en la generosidad y la conexión humana. Al minimizar los costos de transacción asociados con los regalos, podemos redescubrir la alegría genuina de dar y recibir, centrándonos en lo que realmente importa durante esta época especial del año y para ello afortunadamente tenemos en nuestra región otra bella tradición navideña, la de pedir posada durante los nueve días previos a la Navidad, la fiesta de “las posadas”. 

Esta es una tradición llena del espíritu comunitario. Las posadas destacan como una linda costumbre que tiene sus raíces en la cultura hispanoamericana, especialmente en México. Son una expresión popular de fe, pero también una celebración de la comunidad y la solidaridad.

Las posadas tienen su origen en la tradición católica y nos recuerdan el viaje de José y María en busca de refugio antes del nacimiento de Jesús. La palabra «posada» se refiere a la búsqueda de «alojamiento” de los padres de Jesús por un lugar donde “dar a luz” al niño por nacer. Esta narrativa bíblica se revive con la escenificación de las posadas, que recrean simbólicamente el peregrinaje de la Sagrada Familia.

La celebración comienza el 16 de diciembre y continúa hasta el 24, culminando en la festividad de la Nochebuena. Cada noche, un grupo de personas, conocido como «peregrinos», que representan a María y José, recorren diferentes casas de la comunidad, solicitando posada. El anfitrión, que representa al posadero, rechaza inicialmente su solicitud, siguiendo una serie de cánticos y diálogos. Este ritual simboliza la dificultad que afrontaron María y José para encontrar donde alojarse.

Después de ser rechazados en varias casas, finalmente se les concede posada en una casa predeterminada, donde se hace una celebración festiva. Este evento incluye oraciones, cánticos, piñatas, alimentos tradicionales y bebidas, creándose así un ambiente de alegría y camaradería.

Aparte de su significado religioso, las posadas fomentan la solidaridad y la unidad dentro de las comunidades. La participación de las familias en la organización y celebración de las posadas fortalece los lazos vecinales y promueve un sentido de pertenencia. Este período no solo es un recordatorio de los valores cristianos, sino también una oportunidad para convivir y compartir la alegría de la Navidad con amigos y vecinos.

Al paso del tiempo, las posadas han incorporado elementos culturales locales. La música folklórica y las danzas tradicionales y decoraciones específicas de cada región aportan un toque distintivo a las posadas, resaltando la riqueza y diversidad cultural de las celebraciones navideñas en Hispanoamérica. Así, se puede decir que las posadas son mucho más que un evento religioso; son también una celebración arraigada en la historia y la comunidad. A medida que las familias y comunidades se reúnen para participar en dicha tradición, se refuerzan valores fundamentales de la fe, la solidaridad y el amor al prójimo, haciendo que las posadas constituyan una joya única en el mosaico de nuestras tradiciones navideñas.

 

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