Jóvenes por la Transparencia

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Eduardo Aguilar Murillo
@edu_am
fcccmarcodeaccion@gmail.com

Las intenciones del partido político Semilla en Guatemala sobre un modelo de internet gratuito (como si un servicio gratis existiera), encienden las alarmas por el protocolo de gestión de internet, mientras evidencia el alto grado de desinformación que la sociedad guatemalteca tiene, sobre los métodos y procesos para el desarrollo del control total que florece en el bloque dictatorial y del que existe amplia data. 

En este sentido, es necesario que las personas comprendan que la separación que alguna vez dividió al mundo de las democracias liberales de la internacional dictatorial socialista con el muro construido ladrillo sobre ladrillo desde el icónico Berlín, hoy se levanta con un muro digital desde el mundo virtual, algoritmo tras algoritmo para separarnos en una especie de barrera de persona a persona, gestionadas por poderes públicos sin precedentes en la historia. 

Así es como se torna necesaria la feudalización de internet, para que este control se desarrolle exitosamente. Lo más alarmante de la situación no es su espantosa aplicación en los territorios de la internacional dictatorial, sino la rápida asimilación e importación de este sistema por las dictaduras aliadas en la región y su consecuente presentación por los movimientos afines o por los populistas conservadores, lo que deja a las personas libres, como blanco de las dos castas políticas de la región en esta materia.

Y es que el modelo de internet abierto ya ha caído en más de la mitad del planeta.  Desde el proyecto del régimen de Ayatolá de Internet Halal, el intranet de control de flujo de datos que demostró su aplicación para el desarrollo de la persecución de toda disidencia desde el 2015 en Irán o la Runet que no es más que una variación con la complejidad de exigir el software estatal obligatorio para cada hardware que utiliza el intranet ruso. Ya en funcionamiento meses después de la guerra de Ucrania. 

Este modelo encuentra su expansión al hemisferio americano bajo las alianzas de las dictaduras de izquierda. Tanto en Venezuela, Cuba o en nuestro vecino más cercano, Nicaragua.

La dictadura nicaragüense ofreció, por ejemplo, un servicio de internet gratuito en 2015 que implícitamente establecería una institución gubernamental de control de un servicio del mercado. Ello incluyó el acceso al flujo de datos por medio de sistemas de control comprables a China.

En 2015, como una profecía de lo que sucedería, las empresas aún existentes en Nicaragua, advertían del peligro que representaba para la libertad civil, esta expansión y herramienta de control estatal. Éste fue promovido por el Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones (Telcor), un órgano regulador regido por el gobierno, que presentó el borrador del texto a la Asociación de Internet de Nicaragua.

El gobierno del presidente Daniel Ortega inicialmente no se pronunció sobre la iniciativa, la cual propone declarar «el servicio de Banda Ancha como servicio público básico«. Pocos años después, toda capacidad de organización y crítica virtual se erradicaba.

Sin embargo, el sistema ahora ha sido exportado por movimientos progresistas a todo el hemisferio occidental. Y ha endurecido los niveles de represión virtual, por medio de una serie de paquetes legales que pretenden volver internet un “lugar de opiniones seguras”, a la vez que anulan sistemáticamente el sistema de protección civil y política del ciudadano. 

En el caso de Guatemala, el mismo partido ya abandera las leyes de violencia política virtual de género, que otros partidos progresistas han comenzado a proponer en diferentes países del hemisferio. Ésta destroza los parámetros de proporcionalidad, para imponer una suerte de policía inquisitiva sobre márgenes de apreciación amplios que inevitablemente conducirán anulación de la crítica o la sátira contra funcionarios en el ejercicio de poder político. Como ya ocurre en Francia y otros países con aumentos inmensurables de represión.

La cuestión es, ¿cuánto soportará la sociedad guatemalteca el proceso de feudalización de sus estructuras de comunicación digital? y ¿qué capacidad de disenso tendrá la sociedad civil para articular respuestas de control al proceso de gestión central que se desarrollará? O, por el contrario, por el romanticismo y la narrativa propagandística de turno, nos llevará a una entrega de la libertad que nos legaron

Porqué los guatemaltecos, acostumbrados como estamos, a ser nosotros mismos tendremos que soportar el no ofender a la “autoridad” de turno y a sus predilectos grupos de presión con la crítica, sátira o comedia en la red.

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