Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Guatemala tiene una historia política inestable. Nos ha costado mucho trabajo mantener un orden público que permita el ejercicio de nuestras libertades estipuladas en nuestra Constitución. En efecto, somos un país con una historia inestable. Andamos de crisis en crisis. A pesar de nuestros varios intentos de tener un gobierno democrático, parece ser que algo estamos haciendo mal. Uno pudiera decir que el ciclo de la pobreza es el que hace que no logremos estabilizarnos. Pero, realmente Guatemala no es un país pobre, es un país empobrecido. El Siglo XX fue testigo de una serie de intentos de construcción de un régimen democrático, casi todos fallidos en Guatemala. Ya se miraba esta necesidad desde antes de la revolución de 1944 con el movimiento popular que derrocó al tirano Jorge Ubico, un general que dirigió el país por muchos años. La presión por tener un país que iniciara su acceso a la modernidad hizo que se construyeran instituciones de carácter democrático para la mejora económica, política y cultural del país. 

Parece ser que el primer error de la revolución de 1944 fue el querer modernizar el sistema económico sin tener la base material ni cultural para realizarlo y mucho menos el andamiaje político de una democracia. La reforma agraria dejó muy pocos resultados concretos. La percepción generalizada fue que a quienes se les regaló tierra se dedicaron a despilfarrar esos recursos en alcohol y fiesta. Cierto, algunos lograron construir un capital y formar pequeñas parcelas productivas, pero fundamentalmente el país no dejó de ser pobre para muchos y rico para una minoría. Esta minoría no solamente era la base económica del país, también eran los jefes políticos. 

La revolución del 44 se enfocó en crear instituciones desde una perspectiva de la teoría del bienestar social, eso explica la emergencia del seguro social. Pero, al final, qué es el seguro social sino la caja chica del gobierno de turno, el lugar de la corrupción en la compra de medicinas caras, el espacio para que quienes están en el poder de turno tengan puestos para poder robar a cambio de un mal servicio a la sociedad. El seguro social es realmente un fracaso. Bueno, podríamos entonces identificar a otra institución, la Universidad de San Carlos, USAC. Esta belleza de conceptualización autónoma le permitió convertirse en un monopolio de privilegios que fue penetrada por visiones polarizadas de la realidad y que jamás se convirtió en un centro de investigación científica, es realmente un dolor de cabeza social. 

Uno podrá decir que la USAC ya es un problema estructural de la sociedad guatemalteca porque mucho de la corrupción nace en sus aulas, desde las facultades de derecho, ingeniería y otras carreras de servicio donde sus profesionales salen con todo menos con vocación social. Pero la corrupción que genera la USAC tiene su crisis en su participación en las comisiones de postulación, participación que le ha corrompido hasta sus huesos. Poco se espera de esta institución que nace de una revolución democrática. 

Aunque hay una transformación en la vida de Guatemala de 1944 a 1954, no se logró sembrar correctamente la democracia. La guerra entre nosotros vino a polarizarnos más y a construir una estructura política que empezó a fingir democracia. De 1954 a 1986 el país realmente fue un régimen autoritario, no democrático, gobernado con terror, asesinatos y corrupción de regímenes militares al servicio del poder económico. La democracia, nominal, empezó de nuevo con Vinicio Cerezo y realmente trajo aires de esperanza. De hecho, hubo un cambio en la vida política y emergieron diferentes partidos políticos. Sin embargo, no hemos podido construir una cultura de participación política dentro de la comunidad. Lo que al final sucedió se parece mucho a la celebración de la independencia por grupos de personas portando antorchas con un enorme fervor cívico, pero con nula conciencia de su responsabilidad social en la construcción de la democracia.  

El elemento clave de nuestra falta de estabilidad política no ha sido la diversidad étnica del país, su capacidad económica o la misma corrupción. Estos tres elementos, aunque importantes, no parecen ser determinantes en la construcción de otras democracias en el mundo. En un estudio sobre estabilidad política en la construcción de democracias alrededor del mundo Goldstone y Ulfelder * reportan que «…la clave para mantener estabilidad parece radicar en el desarrollo de instituciones que promuevan una abierta y justa competencia, evitar la polarización política e imponer fuertes restricciones en el poder ejecutivo.» Si, es la figura de un presidente con poderes extremos que en su afán de manipular el poder controla los otros poderes del Estado, el legislativo y el judicial, caso de libro de texto de Alejandro Giammattei. 

Entonces la inestabilidad política parece ser un problema en la concepción de la aparente democracia. Los partidos políticos no permiten participación política genuina y los ciudadanos realmente no participamos. Nos hemos dado cuenta de lo sucio que es la política y preferimos dejar en manos de políticos la conformación de partidos que se reúnen cada cuatro años para llevar a alguien al poder, pero no para transformar el país para bien. Si no ganan todos se esfuman. Si ganan, todos quieren un hueso. El problema es cuando un partido perverso toma control del escenario político, tal el caso del Partido Vamos. 

Lo que caracteriza a Vamos, el partido político oficial, es su centralismo y la forma patriarcal como se dirige. El ejecutivo es dominado por una figura con exceso de poder no porque la Constitución se lo dio, no, de hecho, este personaje viola la constitución a diestra y siniestra. El ejecutivo entonces viola la relación entre poderes y manipula al legislativo hasta los dientes y se mete en el judicial hasta las tripas. Ya no hay separación de poderes. Ya no hay equilibrio. Ya no hay contrapesos. Es un poder completo al servicio de los más interesados, los más privilegiados, esto es, el poder económico perverso que es la esencia del Pacto de Corruptos. 

Regresando a Goldstone y Ulfelder. Para lograr estabilidad política democrática se requiere:

  1. Desarrollar instituciones que promuevan una abierta y justa competencia., 
  2. Evitar la polarización política e,
  3. Imponer fuertes restricciones en el ejecutivo (el presidente).

En Guatemala no cumplimos con ninguno de los criterios de Goldstone y Ulfelder, ni uno, ni dos ni tres toda vez que el Tribunal Supremo Electoral ha sido asaltado por el organismo judicial, ya que nos hemos polarizado y porque el presidente Alejandro Giammattei ha sido el personaje que ha desestabilizado el equilibrio entre poderes, ha manipulado la elección a través de generar un golpe de estado lo cual nos regresará unos cincuenta años en nuestra ya triste historia democrática.  ¿Podemos evitarlo? Si, pero para eso debemos participar. Así que no nos rindamos. 

*Goldstone, J. y Ulfelder, J. (2004). The Washington Quarterly, 28:1 pp. 9–20.

 

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