Jóvenes por la Transparencia

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Por:

Sofía Alejandra Rodríguez Navarrete
sofialejandra0803@gmail.com
ig: @sofialejandra_rdz

Héctor Raúl del Valle Muñoz
hrdelvalle@aol.com
ig: @hrdelvalle

La planta del cannabis, comúnmente conocida como marihuana, cuyos primeros usos datan de aproximadamente 7,000 A.C., es una hierba de origen natural que a partir de los años 30 se declaró ilegal su producción y consumo en casi todo el mundo. Sin embargo, al entrar al Siglo XXI las reconsideraciones sobre su clasificación como “ilegal”, los debates legislativos, las consultas y las manifestaciones públicas en favor empezaron a cobrar una fuerza significativa.

Guatemala y los tres poderes que la gobiernan han sido testigos de las múltiples manifestaciones de valentía y avances sustantivos en la legalización del cannabis que países tanto del continente americano como Europa y Asia han tenido, resaltando los resultados significativos que han obtenido países como México, Estados Unidos, Canadá, Uruguay y Países Bajos. A raíz de ello, como juventud nos quisimos aproximar al tema dejando a un lado todo el trasfondo histórico lleno de racismo, xenofobia e intereses económicos que forjaron los estigmas contra el cannabis y poder resaltar los potenciales beneficios que su legalización podría traer a Guatemala.

Raúl: A pesar de que hoy, en pleno auge del Siglo XXI, Guatemala sigue siendo regida por estigmas, conservadurismo y proteccionismo a la clase política tradicional, además de una inmadurez política generalizada, hemos podido presenciar como nuestros vecinos de la región avanzan a pasos agigantados en sus leyes, economías y ejercicio de derechos humanos, especialmente cuando se analiza desde la visión de la legalización del cannabis.

Aunque el debate normalmente ha sido titulado “legalización de las drogas”, en realidad, todo lo producido sintéticamente es sumamente dañino y al contrario de legalizarla debería desaparecer. Además, esto ciertamente marca en un país aún tan conservador como Guatemala la pauta para prolongar la criminalización y generalización de todas las drogas.

Pero al preguntarse por qué a pesar de los ejemplos y referentes, en Guatemala se rehúsan tan siquiera a dialogar, definitivamente la respuesta radica en que son solo algunos pocos de la “cúpula de poder” los que dejarían de percibir los beneficios producto del menudeo ilegal, narcotráfico, crimen organizado, contrabando, tráfico de armas y de personas resultado de la ilegalidad de ciertas sustancias, específicamente el cannabis.

La misma historia nos ha demostrado que a esta planta se la relaciona con la medicina, los movimientos pacifistas y las terapias alternativas, y a pesar de ello, a sus ávidos consumidores se les ha criminalizado, o, aún peor, forman parte de alguna minoría segregada y discriminada.

Siendo un país agroproductor por naturaleza, con tierras ricas en minerales que propician el crecimiento de variedad de flora, y con un talento natural para la producción de derivados naturales de las plantas, la legalización del cannabis sería una oportunidad sumamente importante para generar empleo, fortalecer la recaudación para fondos del Estado, combatir frontalmente el narcotráfico y crimen organizado, descapitalizándolos, promoviendo una educación sustentable y reduciendo las fuentes de financiamiento ilícitas para todas las agrupaciones y políticos que se benefician del mercado de narcóticos ilegales.

Sofía: Aunque hablar sobre los criminales de “cuello blanco” está bien, y la economía forma parte importante para el desarrollo de un país, en Guatemala uno de los puntos más importantes a resaltar es que sin personas ni la economía ni la política podrían subsistir. El futuro de las naciones se encuentra en la salud, y qué mayor ejemplo para eso que la pandemia en la que hemos vivido por dos largos años. En el área de la salud existen varios productos de muy mala calidad en el mercado sin control sanitario, de contrabando y productos genéricos sin ningún resultado efectivo.

Por su parte, el cannabis, debido a sus virtudes terapéuticas y medicinales científicamente comprobadas en el mundo, cuentan con menos efectos dañinos o secundarios que varias medicinas químicas o sintéticas que dejan más secuelas que los males que “curan”. Seguramente la accesibilidad sería más fácil que buscar un medicamento a un precio mucho más elevado o que sencillamente no lo otorgue el sistema empobrecido de salud actual.

A su vez, en el ámbito recreativo es primordial reducir la estigmatización, los estereotipos y la discriminación hacia los consumidores de dicha sustancia, cuando sus efectos son menores o casi nulos comparados con el alcohol o el tabaco. Estos son mucho más problemáticos, dañinos y adictivos, y han cobrado la vida de millones de personas. El consumo no implica necesariamente un comportamiento problemático o adictivo.

Ciertamente es complejo que diferentes criterios y creencias logren converger objetivamente para discutir y promover un tema como la legalización del cannabis, no obstante, podemos concluir que desde la multidisciplinariedad, diversidad de ideas, tolerancia y esfuerzo se puede lograr que el establecimiento de una norma promueva prácticas éticas con vistas a asegurar un futuro más próspero, seguro y sustentable, tanto para las poblaciones actuales como para las que habitarán nuestra Tierra en un futuro.

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