Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Mucho se habla de la serie de intereses que se mueven en varias de las Hermandades que se encargan de organizar y realizar las procesiones que son parte de nuestra tradición religiosa y que ahora, alentadas por la jerarquía, se disponen a hacer nuevamente sus recorridos independientemente de cuál sea la situación de la pandemia que afecta a la humanidad y que tiene todavía serias consecuencias en países que no han logrado avanzar en el tema de la vacunación. Nunca trascienden a la opinión pública los escándalos que se han dado en algunas de ellas porque cuando ocurren siempre hay devotos dispuestos a hacerse cargo de las posiciones vacantes para seguir operando igual, es decir con total “normalidad”.

Por ello me ha llamado poderosamente la atención el comunicado que emitió la Hermandad responsable de una de las procesiones más tradicionales de la Antigua Guatemala, la de Jesús Nazareno de la Caída, de la Iglesia en la aldea San Bartolomé Becerra, en el que indican que en reunión con el párroco y Presidente de la Hermandad hicieron un análisis de la crisis que sufre el país por la pandemia del Covid y sus diferentes variantes con los altos contagios que se han dado en las últimas semanas, tomaron en cuenta la necesidad que tiene la grey católica de que el Nazareno salga a impartir sus bendiciones en las calles de la Antigua Guatemala, pero más conscientes aún de la prudencia que debe tenerse en este tiempo se sienten en la obligación moral, social y religiosa de proteger a los hermanos cargadores y a los fieles, por lo que tomaron la decisión de no realizar este año la célebre y tradicional procesión.

No hay que ser matemático para entender que esa determinación tomada por la Hermandad y por el párroco de la Iglesia implica dejar de percibir un chorro de dinero proveniente del pago que hacen los devotos cargadores para obtener los turnos y participar en la solemne procesión, lo que da un valor muy importante a esa actitud ejemplar no solo de quienes encaran con seriedad su papel como organizadores de una procesión tan tradicional, sino del párroco de la Iglesia.

Durante muchos años fui cargador de la procesión del Señor de Candelaria y en estos días recibí las circulares indicando las fechas en las que se podía adquirir turnos para la procesión de este Jueves Santo y en una decisión muy personal dispuse que no iría a obtener turno y que no volvería a cargar en esa procesión porque me pareció poco responsable no tomar en cuenta las condiciones existentes por una pandemia que sigue haciendo estragos. Cierto es que la última variante es menos agresiva y letal, pero eso no implica que se pueda actuar con el relajamiento que significa apuñuscarse bajo el anda, como diría aquel otro.

Y justo después de haber tomado esa determinación alguien me envió el comunicado de la Hermandad de Jesús Nazareno de la Caída, procesión que acompañé muchas veces en mis años de estudios en la Antigua Guatemala, que me demuestra que existen hermandades que toman en cuenta esa “obligación moral, social y religiosa” de proteger a los devotos cargadores y al público que se congrega en el trayecto de la procesión.

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