Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Desde los tiempos de mi abuelo, en La Hora se ha reconocido el acto heroico de los Cadetes de la Escuela Politécnica que el 2 de Agosto de 1954 se levantaron para atacar al llamado Ejército de Liberación que acampaba en los campos del Roosevelt luego de una marcha para celebrar una victoria falsa porque el Ejército Nacional no movió un dedo para impedir la invasión. Y él lo hacía no obstante que predominaba aún la teoría de que las fuerzas de Castillo Armas habían salvado al país del comunismo y que por ello los Cadetes se merecían el ostracismo que les impuso el régimen, estigmatizándolos como parias pese al enorme valor de su gesta que salió al rescate de la dignidad que sus jefes, los altos mandos militares, no supieron mostrar frente a la agresión.

Ahora hay documentación sobre cómo se gestó la Liberación, lo que hace aún más grande y significativo ese momento en que, como bien puso Carlos Enrique Wer en su libro, “Los Héroes Tenían 15 años”. Tengo en mi poder un libro de publicaciones del Departamento de Estado, de la Oficina de Historia, Sección de Asuntos Públicos, en el que se recopila la relación con Guatemala de 1952 a 1954 y donde están desclasificadas las comunicaciones de las distintas agencias que tuvieron que ver con el montaje de la operación PB Success que se propuso y logró derrocar a Árbenz, “sin derramar sangre si es posible”, para defender los intereses de la United Fruit Company, publicación que puede adquirirse fácilmente en bookstore.gpo.gov de la oficina de imprenta del gobierno de EE.UU.

Por años se vivió la fantasía de que la Liberación había sido un movimiento nacionalista, tesis desbaratada en esas páginas oficiales, y por ello el reconocimiento a los cadetes era escaso. Clemente Marroquín Rojas, desafiando la verdad oficial, siempre reconoció el valor de esa gesta en la que murieron los cadetes Jorge Luis Araneda, Sargento Primero y abanderado de la Compañía, Luis Antonio Bosch, Carlos Enrique Hurtarte y el soldado Lázaro Yucuté, publicando artículos a la que con el tiempo sería la Asociación de Cadetes del 2 de Agosto, de la cual quedan pocos sobrevivientes. Algunos de sus descendientes cuentan la historia, como el licenciado Manuel Córdova, hijo del cadete Manuel Córdova Laguardia, quien me envió valioso material que por su extensión no pude reproducir en la edición impresa. Los familiares de Araneda le entregaron a mi abuelo el espadín del héroe fallecido, pero el mismo misteriosamente desapareció tras su muerte.

Yo tuve especial y prolongada amistad con Carlos Enrique Wer y gracias a eso conocí muy de cerca a los cadetes sobrevivientes, lo que constituye uno de los valores más preciados porque eran, realmente, personas de bien que actuaron con absoluto sentido de la dignidad cuando la sociedad le rendía pleitesía a una horda de mercenarios que presumían de ser un ejército de Liberación y que eran instrumento de los hermanos Dulles para bien servir a la empresa frutera en la que tenían muchos intereses.

Y hoy, cuando nuevamente vemos surgir la dignidad entre los guatemaltecos que rechazan seguir sojuzgados por la corrupción, vale la pena traer a cuento esa extraña y extraordinaria gesta que cobra más valor cuando se entiende que se produjo en medio de un pueblo agachado.

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