Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El pueblo cubano dio una campanada el pasado fin de semana cuando, usando a las redes sociales para coordinarse, salió masivamente a las calles para protestar por las duras condiciones de vida que está enfrentando y por la ausencia de libertades para buscar opciones políticas diferentes. El régimen cubano sigue bajo la imposición del Partido Comunista y tras la salida de los hermanos Castro no se dio una apertura política real que permitiera a los ciudadanos buscar opciones en cuanto al modelo de Estado que desean. Continúa el férreo control establecido desde hace sesenta años y cuestiones como la pandemia mal manejada y la ausencia de una visión de largo plazo orientada a ofrecer al pueblo mayor libertad fueron el detonante de un movimiento que deja ver las grandes debilidades del régimen actual.

Y por supuesto que en el ejercicio de sus derechos humanos, todos los cubanos tienen derecho a manifestar y por ello es que en casi todo el mundo se les aplaude y apoya porque es obvio que se trata de un reclamo fundado. Por supuesto que entran en juego las ideologías a la hora de analizar lo que está pasando en Cuba y desde esas perspectivas el tema resulta polémico porque la gente de izquierda, como Maduro, apoya al gobierno mientras que en los sectores de derecha se llega hasta el frenesí por lo que ocurrió el domingo pasado.

En cambio, si se hace un análisis de lo que hoy en día está pasando en Cuba, con el aumento de medidas que imponen racionamiento hasta de la Canasta Básica y la ausencia de una política coherente para atajar la propagación del Covid-19, no importa cuál sea la ideología porque se tiene que concluir en que los desmanes de cualquier gobierno, en cualquier lugar del mundo, tienen que ser rechazados con energía por los ciudadanos que pagan las consecuencias de los abusos, deshonestidad, desaciertos y absurdas medidas de represión para acallar a la gente.

Si nos atenemos a lo que piensan algunas élites en Guatemala, los cubanos deberían preocuparse mucho para la institucionalidad y por la unidad nacional en vez de estar enarbolando banderas que ellos califican como divisionistas. Exactamente los mismos argumentos que esgrimieron los industriales agremiados para apuntalar al régimen corrupto de Giammattei son los que utilizan ahora los revolucionarios cubanos para descalificar la protesta y avalar las acciones represivas del gobierno cubano. No deja de ser paradójico que sea tan al calco la argumentación, puesto que aunque se trate de polos totalmente opuestos en lo ideológico, ambos se identifican en esas férreas posturas en defensa de sus deleznables intereses.

El derecho a la protesta debe ser sagrado y está contemplado entre los derechos fundamentales del ser humano, pero en este caso se considera bueno si es ejercido en contra de una ideología adversa, pero Dios nos libre de que aquí, en Guatemala, alguien pretenda ejercerlo para acabar con la corrupción que beneficia a tantos, no sólo dentro de la clase política, sino de una élite económica que ha sabido sacar abundante raja al desmadre que hay y que ellos, cínicamente, llaman institucionalidad.

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