En Francia, las normas de vacunación podrían cambiar en los meses previos a Roland Garros, lo que permitiría la participación de Djokovic en el torneo. Foto. AFP

Australia le ha dado al mundo un ejemplo respecto a lo que es el Estado de Derecho y el absoluto respeto a la ley con el caso del tenista Novak Djokovic, quien pretendió entrar al país faltando a un requisito indispensable que ese país está exigiendo a cualquier persona que llegue a esa nación, en donde se han implementado y aún están vigentes exigentes medidas para contener la pandemia provocada por el Covid-19. Y es que atendiendo a su calidad deportiva y al papel como defensor del título de tenis en el torneo conocido como el Abierto de Australia, buscando la oportunidad de convertirse en el tenista con más grandes títulos ganados, obtuvo de los organizadores del evento y de las autoridades locales del estado de Victoria una licencia para competir pese a no estar vacunado y a su pública posición de rechazo a la vacuna que se exigió, como es natural, a todos los otros competidores.

Y decimos que fue un ejemplo de respeto a la ley porque dada su calidad como tenista pretendió estar por encima de las normas y dada su oposición a las vacunas, situación de la que él ha hecho gala públicamente, esperó que a él, por el hecho de ser Novak Djokovic, se le tenía que dispensar del cumplimiento de la ley. El gobierno australiano agotó todos los procesos legales y el deportista apeló la resolución que le expulsaba sin que la autoridad nacional procediera a hacerlo hasta que no se ventilara todo el procedimiento.

A lo ancho del mundo se han visto encontradas reacciones, unas condenando a las autoridades de Australia por haber expulsado al tenista y otras criticando severamente a Djokovic por su comportamiento. A nosotros nos interesa únicamente la lección sobre lo que en cualquier lugar del mundo tiene que ser el trato igualitario ante la ley y que no puede depender del poder, la fama o el dinero de quien pretenda violar las normas. Desafortunadamente vivimos en un país que tiene distintos raseros para quienes violan la ley y la misma no se aplica por parejo. Alguien que se roba una gallina puede pasar muchos años en la cárcel mientras que quien roba millones puede retorcer los procesos penales a su favor, entorpeciendo la administración de justicia y haciendo valer su posición para lograr tratos preferenciales.

Es aleccionador lo ocurrido en este caso porque aunque las autoridades se expusieran a críticas, como ha ocurrido virulentamente, se apegaron a lo que establece la legislación nacional y demostraron que no hay excepciones de ninguna clase, por famoso o poderoso que sea quien pretende tener preeminencia ante las normas.

Redacción La Hora

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