Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos

La pandemia de Covid-19 aún no concluye, las repercusiones por las medidas económicas de estimulación que tomaron la mayoría de gobiernos alrededor del mundo, para relanzar sus economías, contrayendo deuda y emitiendo moneda masivamente, calientan la economía por todos lados. Las crisis no hacen más que encadenarse y las repercusiones, por los distintos niveles de recuperación de las diferentes economías a nivel mundial han creado un rompimiento de la cadena de suministro, generando atrasos, encarecimiento de productos y desabastecimiento. Si a eso sumamos la enorme presencia e injerencia que imprime China Continental en múltiples continentes, buscando competir directamente con Estados Unidos, en lo que ya muchos consideran el inicio de una nueva guerra fría, nos encontramos ante un escenario de crisis, sin duda, pero de la cual algunos países saldrán favorecidos y otros perjudicados.

La mayoría de países del hemisferio occidental aprendieron que tener sus centros de producción del otro lado del planeta, no era ni sensato ni sostenible. Desde la admisión de China Continental en la Organización Mundial del Comercio, con estatus de Nación más favorecida en 2011, el mundo convirtió a China en la fábrica del mundo y ahora en épocas de crisis y de competencia, con esa misma nación que se enriqueció gracias a las condiciones ya relacionadas y a una mano de obra barata, la mayoría de economías de occidente buscan traer esos centros de producción a lugares más cercanos a sus fronteras y Guatemala, al igual que el resto de Centroamérica debiese sacar provecho de sus condiciones geográficas para posicionarse como una de las naciones que pueden salir beneficiadas en esta coyuntura.

El problema es que la oportunidad nuevamente nos agarra con los pantalones abajo, empecinados en ver como hacemos para prevalecer los unos sobre los otros, con revueltas constantes y buscando como coaccionar a quien se nos ponga enfrente, no tenemos tiempo ni intención de tender puentes entre las diferentes maneras de pensar que tenemos y enfocarnos en ver como mejoramos las condiciones de vida de la mayor parte de los guatemaltecos.

La crisis y la oportunidad están allí, como dos caminos que discurren alejándose cada vez más el uno del otro. Entiendo que los políticos locales tienen visión cortoplacista y que la suma de sus intereses personales es enorme y no están dispuestos a ceder un ápice en su afán por conseguirlos. Tomar la iniciativa en la dirección correcta parece tan difícil como encontrar una aguja en un pajar. Peor aún es el camino, si tampoco hay interés o voluntad para seguir el camino correcto, o si no se tiene la menor idea de la coyuntura que vive el mundo actualmente y de las consecuencias que hay para las naciones que no sepan leer la misma.

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