Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

La situación de Guatemala continúa en franco deterioro. Las lluvias han marcado, de nuevo, la inoperancia de una estructura institucional que es incapaz de prever o de construir obra bajo una perspectiva que no pelee contra la naturaleza, pero al contrario de muchos consejos de organismos de cooperación (como la JICA, por ejemplo), buscando que los puentes, los colectores, las carreteras, las viviendas y otras obras físicas, se hagan en consonancia con un fenómeno natural que ciertamente es cambiante, pero que es posible prever sus ciclos de ocurrencia.

Pero no, las obras se hacen igual cada año y cada invierno siguiente se encarga de demostrar que han sido mal hechas -características técnicas de baja calidad, sin tomar en cuenta los riesgos, con costos menores a los necesario, pero precios mayores s y con ello su vida útil se circunscribe dolosa y dolorosamente a un año-. Recuerdo cuantas veces los japoneses indicaban que los approaches (en Guatemala se dicen como aproches) de los puentes deberían de ser elevados para evitar las crecidas de los ríos, situación que se puede medir aproximadamente, para justamente evitar que cuando su flujo se incremente, sean derrumbados inevitablemente.

Esta es una muestra palpable que la corrupción carcome completamente a las instituciones y a cada régimen porque al final se generan comisiones ilícitas de estas malas construcciones, pero hay que agregar que, además, cada año se caen y con ello primero viene un Bailey (carísimo, por cierto), se queda meses o años en el peor de los casos y luego, cuando se ponen de acuerdo tanto funcionarios como contratistas, se realiza la obra y mal.

Esto con la absurda connivencia de las élites y el CACIF, quienes prefieren la corrupción a dejar que vengan presidentes progresistas que pretendan hacer las cosas bien, pero a ellos mismos les afecta y les daña, pero callan negligentemente, a sabiendas que ellos mismos pagarán costos, pero también se aseguran que sus privilegios e intereses se mantendrán incólumes o se incrementarán, dejando que la parranda de la corrupción continúe su camino y vierta sus fortunas entre funcionarios, contratistas y empresarios.

Un estado así (con minúsculas) no va a llegar a ninguna parte, pero eso no le importa al grupo en el poder -hoy el llamado Pacto de Corruptos-, y lo peor que no les tiene sin cuidado las grandes pérdidas de vidas humanas ante una tragedia cantada.

Ese mismo estado corrupto, es el que también se encarga de volcar todo el peso de la ley contra aquellos que osen cuestionar este tipo de situaciones, todos aquellos que buscamos plantear nuestra opinión para graficar lo que pasa en nuestro complejo país, nos endilgan inmediatamente los adjetivos de comunistas, resentidos o cualquier otro epíteto mayormente grueso, pues nosotros somos los extraños.

Hoy ese estado corrupto, esos funcionarios, empresarios, diputados, magistrados impunes y que constituyen los obedientes y dóciles ejecutores de una tragedia nacional haciendo uso del patrimonio del Estado y dejando hacer y pasar a las élites, son los que se convierten en verdugos de personas decentes y honorables como el Juez Miguel Ángel Gálvez, un jurista de carrera que llegó a ser juez por su excelente desempeño en la carrera judicial y es juez por eso y por muchos méritos más.

Pero hoy, lo han convertido en el centro del ataque artero y cobarde de una organización oscurantista, bajo el silencio cómplice y cobarde de funcionarios, empresarios, militares y diputados quienes esperan sacárselo de encima porque constituye, para ellos, un obstáculo en su casi completa cooptación de todas las entidades del Estado, para seguir, sin parar y sin castigo, haciendo las fortunas de siempre, pero también dando un golpe a todos aquellos que se opongan lícitamente hoy y mañana a cuestionar esta miserable actitud contra cualquier ciudadano honorable que lo único que hace es pensar diferente.

La juerga de la corrupción y la impunidad continuará cerrando espacios y abriendo frentes, ante los cual, no queda más que la movilización popular, pues la ley seguirá enjaulada y presta a atacar ferozmente, lo cual conducirá dolorosamente a un punto cuando todo puede tornarse antagónico y con ello la situación se hará mayormente compleja.

Los casos como el del honorable Juez Miguel Ángel Gálvez, deben ser conocidos para reconocer cómo funciona este actual sistema que engulle todo lo que se le opone, pero desde acá saludo al Juez Gálvez para apoyarlo en este momento difícil y aciago.

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