Edmundo Enrique Vásquez Paz

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En anteriores ocasiones he planteado cómo, para el adecuado funcionamiento de un sistema democrático, es necesario contar con la existencia de, al menos, tres actores robustos, competentes y activos, a saber: partidos políticos; políticos; y ciudadanía comprometida. Y he compartido mi opinión en el sentido que entiendo como actor central e insustituible el de la ciudadanía consciente de su papel y organizada para cumplirlo.

La actual situación por la que atraviesa Guatemala revela la precariedad en la cual nos encontramos. La única ciudadanía realmente organizada es la que se articula a partir de los 48Cantones y aquellas otras entidades que actúan de manera coordinada con ellos. El resto de las expresiones ciudadanas organizadas -aunque comprenden a muchísimas personas-, son de naturaleza muy espontánea y casuística.

Los pueblos originarios manifiestan consistencia, tenacidad y valor. Algo que asombra a los demás; a los no acostumbrados a indagar qué es lo que quieren y organizarse para lograrlo.

Se revela cómo ese engaño al cual nos han venido sometiendo -consistente en afirmar que organizarse políticamente es insano, propio de vagos y de bochincheros- nos tiene ahora tan mal parados. En Guatemala sólo se consienten los partidos artificiales y, esos, no acogen ciudadanos genuinos; solo a los comparsas de los que se dicen líderes. Es por esa razón que ya no se dan a luz líderes auténticos. Solo a oscuras …

Sin partidos auténticos y sin políticos medianamente diestros, solo se puede decir que la situación nos ha cogido con los pantalones abajo.

Por lo anterior, algunos piensan que solo de manera milagrosa nos daremos cuenta de lo que verdaderamente necesitamos y podremos encontrar caminos para lograrlo, sin partidos y sin líderes … Porque es difícil imaginarse uno la manera de llegar a gozar de un gobierno como lo anuncia Diderot en su obra “Tratado de la barbarie de los pueblos civilizados”: un gobierno “apoyado en la fuerza de los que se dejan gobernar”, dotado de un Ejecutivo legítimo; un Congreso – ¡lo mismo! – y un sistema judicial des-cooptado.

… y piensan, también, que es hora de reflexionar y cambiar de actitud. La ciudadanía debe estar siempre preparada para afrontar con la acción, cualquier desafío que se le presente a la nación y a la soberanía.

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