Claudia Virginia Samayoa

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Claudia Virginia Samayoa
Cartas de una Lechuza
@tucurclaux

El lunes salió pública la propuesta de varios ciudadanos y ciudadanas guatemaltecos de construir una Convergencia de Resistencias. Nuestro movimiento ha sido inspirado por el constante preguntar desde voces de la fe y el territorio: ¿ahora qué?

Hace más de una década empezaron a aglutinarse las respuestas a esa pregunta desde las comunidades que enfrentaban empresas transnacionales que habían decidido que el subsuelo y el agua de su territorio eran explotables sin su consentimiento. Ante la ausencia de un Estado que cumpliera con sus obligaciones y el ejercicio de la violencia por parte de los empresarios surgieron los movimientos de resistencia a nivel de los territorios.

Las resistencias desde los territorios han logrado posicionar en la agenda pública el derecho a la consulta previa, libre e informada, la existencia de un patrón de violencia ejercida desde las empresas extractivas nacionales e internacionales y, más importante aún, la enseñanza desde los pueblos originarios de lo que implica resistir.

En el caso de las luchas de la resistencia en Ixquisis y en El Estor, estas llevaron a importantes decisiones por parte del Banco Interamericano de Desarrollo para las Inversiones Privadas de cerrar el financiamiento del proyecto en San Mateo Ixtatán y ordenar la reparación de las víctimas chujes; así como decisiones judiciales en Canadá en contra de Hudbay, S.A. por el ejercicio de la violencia contra las comunidades indígenas q’eqchi’.

Sin embargo, las resistencias no fueron suficientes para detener la centralización de todos los poderes en las manos de la élite, los corruptos y el crimen organizado. Vimos cómo cayeron uno a uno funcionarios públicos que lucharon contra la impunidad y corrupción, seguimos viendo la persecución a periodistas. Entonces el Sector Interreligioso Centinelas salió a la palestra y nos obligó a pensarnos más allá de nuestras divisiones y recordar que lo más importante es la dignidad humana. Centinelas ha estado con Virginia, con las Víctimas del Diario Militar y la resistencia de la Universidad sin perder la esperanza.

Pero las resistencias territoriales y sectoriales como la de la Usac no detienen en solas a una dictadura. Lo hacemos todas juntas, personas, organizaciones, movimientos y resistencias. Por ello, dimos el primer paso, juntas y juntos.

Los de siempre le han tenido miedo a la propuesta de converger como resistencia. Están los que escandalizan por ver al Cardenal Ramazzini haciendo el llamado, olvidando que el cardenal es también ciudadano. Otros ven marxistas por todos lados, a pesar de que dicha ideología es seguida por muy pocas personas. El Ejecutivo salió reduciendo la expresión a una política partidaria y más de alguno pidió que el Tribunal Supremo Electoral intervenga para detener semejante afrenta.

Yo me alegro de estas reacciones porque empiezan a contestar la pregunta de ¿ahora qué? Nos toca construir lo que implica resistir en el marco de una ciudadanía que cumple su obligación constitucional de promover los derechos humanos y de defender su violación. Nos toca construir alianzas entre personas que tienen diversas ideologías y religiones; si incluidos los marxistas y los ateos. Nos toca responder a la necesidad de articular con las resistencias indígenas y con las luchas de las mujeres y transformar sus luchas no solo en discurso sino en cambios de actitudes.

Y al odio que transmiten varios, responder con no violencia y convicción de Resistir su cultura de muerte. ¿Se unen?

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