Claudia Virginia Samayoa
Cartas de una Lechuza
@tucurclaux

Han anunciado el fin de los aforos limitados y el uso de la mascarilla condicionado al semáforo.  Finalmente, el gobierno ha puesto totalmente en sus manos cómo se va a cuidar ante el Coronavirus.   Nunca sabemos de qué color está el semáforo, por lo que la mascarilla quedará solo para los lugares cerrados que se acuerden de pedirla.   Al liberarse el aforo veremos cómo los restaurantes aumentan sus mesas, las colas se aprietan y el distanciamiento social se reduce. Queda en la responsabilidad individual cuidarse y ya verán que en el futuro cercano debatiremos si la responsabilidad de la nueva ola de COVID es del que se enferma, del que no se acordó de llevar su mascarilla o del gobierno porque nadie asume la responsabilidad.

No está de más recordar que la responsabilidad individual no debería ser considerada una alternativa a la obligación del gobierno por garantizarnos nuestros derechos.  Nuestra responsabilidad es parte de la dialéctica entre la necesidad de un estado que garantice el bien común y nuestra obligación por el bienestar de todos.   

Veamos la terrible situación de la educación en Guatemala y la decadente situación de la enseñanza universitaria en Guatemala.   Leyendo los argumentos de cierta fiscal cuya tesis fue producto del plagio, esta exime su responsabilidad porque el asesor la validó y el comité examinador la aprobó. Por otra parte, la Universidad se excusa porque ya fue evaluada y en su momento nadie demostró que hubiera plagio.  Los miembros de la Comisión de Postulación, formada por decanos de facultades de derecho, votan planteando que no ha habido plagio y colorín colorado, lo que es una falta grave en lo académico y un claro causal para quitarle puntos a un candidato es borrado.  Y la candidata entra porque es considerada por la Corte de Constitucionalidad la que más mérito tiene.

Aunado a esto existen algunas universidades que ofrecen graduar a alumnos de otras universidades que no pudieron cerrar su carrera en donde la cursaron.  Por un pago monetario, les vuelven a apoyar para sacar la tesis y el examen de grado sin tener que estudiar.   Luego esos nuevos ‘profesionales’ son los que dan clases a las futuras generaciones, se encargan del impulso de la actividad productiva del país y de la función pública.   ¿De quién es la responsabilidad?

Oyendo al Cardenal Ramazzini -al inicio de la marcha de la indignación en el 24 aniversario del martirio de Monseñor Gerardi- reitero que la responsabilidad del desastre en el país, en la educación y en la salud pasa necesariamente por la que tenemos cada uno como individuo.  El Cardenal cuestionaba a las personas que viendo y repudiando el deterioro de Guatemala dicen que no pueden hacer nada. Les decía que estaban muy equivocados y que siempre podemos hacer algo para apoyar al cambio.  Su voz se alzaba más crítica hacia quienes no solo se lavaban las manos ante la crisis sino se favorecen de la misma.   

Somos responsables de lo que ocurre. Nuestra indiferencia, conformismo y/o oportunismo permite que no se teja la respuesta social que pueda dar fin con la expoliación, la corrupción y la impunidad. Si no asumimos nuestra responsabilidad nunca podremos exigirle al gobierno su obligación.  Bravo por los que salen a las calles, los que cumplen sus obligaciones y los que resisten la injusticia; ellos asumen su responsabilidad.

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