Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Ayer circuló en las redes un video donde una mujer increpa al juez Fredy Orellana por “ser un delincuente y corrupto” cuando coincidieron en un vuelo comercial hacia el extranjero. Él es uno de los personajes cuya renuncia se ha solicitado en las movilizaciones sociales que se han dado. 

Ese hecho me hizo recordar las agresiones que sufrieron Miguel Martínez y su familia hace algunas semanas en la Antigua.

Es obvio el repudio de la ciudadanía a todos los que han sido señalados como golpistas y corruptos. Pero también es de sobra conocido el rechazo internacional que existe hacia ellos.

Consuelo Porras, Rafael Curruchiche, Fredy Orellana y Alejandro Giammattei son, a los ojos de los guatemaltecos y de la opinión pública internacional, las figuras emblemáticas de “los golpistas”, los que defienden la continuidad de la corrupción y la impunidad. Esta imagen externa no es sólo la que poseen las élites políticas que gobiernan en distintos países. Son las caras que los medios internacionales han divulgado como los ejecutores de un zarpazo a la democracia.

Y la pregunta es, ¿cómo se sentirán moralmente esas personas?, ¿tendrán miedo de salir a las calles porque saben que la población espontáneamente los rechazará?

Aunque la memoria histórica nacional puede no ser tan fuerte, sus nombres ya están registrados como villanos.

Me imagino el sufrimiento que sentirán al darse cuenta que sus familias son arrastradas en esa ola de rechazo social.

Cuando la situación actual pase, todos ellos tendrán tiempo, en la cárcel o fuera de ella, para vivir el impacto que habrá dejado en sus vidas el repudio nacional e internacional que ahora reciben.

Sabemos que estas personas son únicamente la punta de un iceberg que forman las redes político criminales que tienen cooptada la institucionalidad estatal. Un gran tempano de hielo que está derritiéndose.  Pero, para muchos de aquéllos que aún sirven estos intereses en distintas instituciones de los tres poderes del Estado, el drama que viven las cabezas más visibles del pacto de corruptos les tiene que impactar y reflexionar si quieren sumarse a los repudiables.

Muchos de estas personas que aún son vasallos de las redes político criminales están tarde, pero a tiempo de salvarse de la ignominia.

No todos los jueces y magistrados con corruptos, ni todos los fiscales, ni todos los diputados. Seguramente la gran mayoría de ellos son honestos. Pero también hay muchos que andan en el filo de la navaja. Y este es el momento de abandonar ese barco que cada día hace más agua y se hundirá hasta el naufragio.

Alejandro Giammattei, Miguel Martínez, Consuelo Porras, Rafael Curruchiche, Freddy Orellana y algunos otros constituyen el Grupo de los repudiados. Es imposible que su moral no este resquebrajada, aunque se protejan con formas prepotentes, cada vez más agrietadas, o se oculten en los rincones de la vergüenza.

Ellos terminarán siendo parias, nacional e internacionalmente.

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