Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Del Covid en Guatemala, ¿por qué aumentan los casos? respuesta: Incumplimiento de los controles y las correspondientes sanciones, mala organización y funcionamiento del sistema de salud; muchas transgresiones políticas. ¿De quién hablamos cuando decimos incumplimientos? de pueblo y gobierno. Nuestra actual situación no sólo es trágica y sobrecogedora sino de consecuencias y duración impredecible y la culpabilidad del pueblo y gobierno no viene a ser más que nuestro fracaso como nación contra la pandemia. De la culpabilidad del Estado ya se ha hablado suficiente, pero la del pueblo no.

Primero que nada y como pueblo, siempre nos hacemos las víctimas y no reconocemos participación de culpa. ¿Un ejemplo? Los profesionales de la salud, desde hace meses y constantemente nos han pedido apoyo al pueblo: No se reúnan si no es necesario; cumplan con las normas de distanciamiento social y sanitarias y ¿cuál ha sido nuestra respuesta? buses llenos, negocios abarrotados de gente, calles colmadas de niños y de adultos vagando, en busca de diversión y entretenimiento; bares y comedores llenos; casamientos y bodas de quince años por doquier.

Todo ello hacemos, sin cumplir normas. Todo eso es así, no por ignorancia sino por estupidez (torpeza de comprensión) pero la mayoría afirma que todo es culpa del virus. Claro, sabemos que con la primera camada de virus un infectado era capaz de contaminar una persona o a lo sumo dos y con la actual un infectado puede contaminar a 5 o a 6. Al principio con las medidas mal o bien cumplidas, contribuimos a que la propagación fuera lenta o mínima; ahora que la cosa está más difícil, con nuestro comportamiento colaboramos a que se propague más rápido ¿No es eso estupidez? ¡no! contesta un coro de multitud, ahí está la vacuna y mientras llega ¡ahí la suerte de cada uno! Y sobre ello y añadiendo leña al fuego, todavía hay gente que no cree en la existencia del virus, ni en el beneficio de la vacuna.

Desde mucho se sabe que es más fácil ignorar que afrontar; mentirse que encarar. Eso resta sentimiento de culpabilidad. Murió el abuelo que se cuidaba ¿Qué pasó? se contaminó del virus ¿Sí pero quién lo contaminó? Ahí sí que a saber. Otra: le tenés miedo al virus vos: ¡yo no! ni que fuera marica; una semana después, la esposa andaba prestando 40,000 quetzales para tratarlo “el pobre sufre, tiene mucho miedo de morir” a las dos semanas, gran velorio por el finado y dos semanas después diez contaminados, dos graves y uno murió.

Sin intención de seguir las reglas anti-Covid impuestas por la emergencia, sin remordimientos y con una tendencia a “culpar” con la creencia de que, en todo caso, «son los demás los que no han funcionado y se aprovechan” en lugar de solucionar, hemos magnificado la pandemia, tirándonos encima el riesgo de morir. Una palanca negativa nos domina: el desenganche moral y una positiva la desactivamos: la confianza generalizada en los demás. Todo al revés, a pesar de que son factores cruciales, mediadores y moderadores de un comportamiento más que menos de éxito. Entonces ¿qué cabe esperar?

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