Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Al hablar de las migraciones, de lo que implican en la práctica humana, y entendiendo tal actividad como ese desplazamiento de personas que dejan su hogar y su lugar de origen buscando asentarse en otro sitio al que con el tiempo convierten asimismo en hogar (a veces lejano, a veces mejor, a veces no tanto), es preciso comprender que, las más de las veces, ese proceso se da debido a la existencia de una necesidad que el migrante precisa o desea satisfacer, sea esta económica, de seguridad, o de cercanía con otros grupos familiares que quizá han partido previamente buscando una mejor calidad de vida, y que no siempre les es dado encontrar. En tal sentido, cuando se dan procesos migratorios como los que se han observado rumbo al norte del continente (y que muchas vidas han cobrado ya, dicho sea de paso), partiendo de distintas áreas de la región centroamericana, con la pretensión (según los mismos migrantes lo han manifestado) de vivir mejor y con mayor tranquilidad, resulta evidente que la dinámica de movilización que les motiva, obedece a la falta de uno o más satisfactores necesarios para la vida en el marco de la convivencia social en su propio Estado. Precisamente por esa razón, tanto la agudización de la pobreza como el aumento en los índices de violencia a la que está expuesta la población de forma constante, se constituyen en elementos propios de un caldo de cultivo perfecto para el aparecimiento de movimientos migratorios, incluso masivos, como los que ya han ocurrido. Y más allá de las elucubraciones, hipótesis o consideraciones que pueden incluso cuestionar su legitimidad, ciertamente existe una realidad que es preciso aceptar y abordar con seriedad y de forma contundente, puesto que desnuda padecimientos sociales que no han podido ser superados y en donde la voluntad política es sencillamente fundamental, incluso más allá de la pandemia en curso. Las políticas públicas orientadas a la generación de empleo, a la seguridad ciudadana y a la educación de calidad (por citar algunas áreas), son primordiales como medios para la implementación de mecanismos y programas a través de los cuales se genere, no sólo certeza, sino verdaderas posibilidades de desarrollo y crecimiento humano que den a la ciudadanía cierta tranquilidad y, al mismo tiempo, satisfacción de sus expectativas y necesidades humanas básicas en términos económicos. Existen, por supuesto, múltiples factores adicionales que es preciso considerar y que sería extenso enumerar aquí, pero valga exponer brevemente que en América Central no se habían registrado desplazamientos humanos masivos como los recientemente observados a pesar de la pandemia. Es evidente e innegable, por lo tanto, la existencia de fenómenos sociales que no han sido atendidos y a los que debe prestarse atención, se quiera o no, de forma impostergable.

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