La salud mental es vital para enfrentar estás dificultades. Foto La Hora

Aspectos generales

Toda persona, independiente de variables externas, debe lidiar con múltiples tensiones psicosociales, asociadas con discapacidades momentáneas o permanentes, que incluyen desde amenazas, hasta realmente daños a la integridad física y el bienestar, autoestima, equilibrio emocional, desempeño de roles familiares, actividad social y planes de futuro. Todo ello, en una persona enferma, ya sea por causa infecciosa o no, le demanda sino continua al menos más frecuente, una sobrecarga de respuesta biológica y psicosocial, que muchas veces supera sus fuerzas y capacidades e incluso dependiendo de agravamiento, lo lleva a un enfrentamiento a la muerte.

Estás tensiones causadas por la enfermedad, vistas con más claridad a partir de niños mayores, van a causar en el enfermo, una sensación de vulnerabilidad y de angustia emocional, con distintos grados de intensidad e impacto, según sea la severidad de la enfermedad o su daño, frecuencia y tipo. Eso a su vez, suma para su futuro inmediato y para alimentar con ese comportamiento, la frecuencia de nuevas enfermedades y  de sus secuelas negativas orgánica y anímicamente. Pero a su vez el daño orgánico y anímico, es capaz de causar más estrés, volviendo aún más vulnerable a la persona, a padecimiento de otras enfermedades y fija a la vez, comportamientos futuros en órganos y tejidos y limitaciones de todo tipo en ellos.

No debemos olvidar entonces, que desde la infancia hasta la ancianidad, una enfermedad cualquiera, va seguida de fuentes de estrés de tipo biológico psicosocial pero a su vez un estado de salud o enfermedad, produce esas fuentes también. Esa doble vía existencial, actúa de lleno sobre el futuro; sobre longevidad, calidad de vida, autoestima, amistad y funciones y organización corporal a lo que en el adulto se suma las socio-económicas. Pero al estar enferma la persona, a eso se suma la preocupación de hacer sufrir a otros.

Un condimento que agrega sabor al estrés y su impacto negativo en la persona, es la cura y las secuelas de la enfermedad. Por ejemplo, el proceso de cuadros epilépticos secundarios a fiebre no controlada, que afecta a niños y ancianos, puede afectar al presentarse estas crisis epilépticas con frecuencia, rendimientos y socialización y tener impacto en la Salud Mental; pero la ausencia de una cura, acceso a medicamentos y sostenimiento de frecuencia de episodios,  a los que muchas veces se suma, echando leña al fuego, la estigmatización social incrementa el daño a la salud mental también.

El olvido de la relación salud mental e infección

Si hacemos una revisión de los tratados clínicos y epidemiológicos sobre infecciones, nos sorprenderíamos por la falta de relación en estos, de infecciones y enfermedades infecciosas con la Salud Mental. Recién solo ahora, aparecen estudios al respecto de problemas psicológicos causados por el VIH, señalando que el daño ocasionado por esta enfermedad, puede variar en razón cultural, hábitos, edad y sexo.

En la antigüedad, especialmente en novelas, la enfermedad mental derivada  de la sífilis y la tuberculosis, fueron objeto de temática. La otra fuente aunque muy disminuida, fueron las presentaciones de casos clínicos en la formación de médicos. A pesar de las aseveraciones de la literatura mundial, mostrando la incapacidad de lograr metas a qué sometían esas enfermedades a los que las padecían; de las manifestaciones de comportamiento y la incertidumbre sobre el futuro a que conducían esos males, llenando a los enfermos con sentimientos de miedo y temor, tan diferentes en personajes de distinta edad, sexo y categoría social, todos esos personajes que desfilan a lo largo de las páginas literarias con sus sentimientos de depresión ansiedad irá autodestrucción dolor soledad e incluso suicidio, eran pasados por alto por la medicina, incluso por un silencio médico, antes de ya entrado el siglo XX.

Desde mediados del siglo pasado, por estudios en humanos y animales, se conoce que las enfermedades infecciosas, unas más que otras, pueden representar factores de riesgo para enfermedades neurovegetativas neurocognitivas y mentales. También se sabe que puede suceder al revés: enfermedades mentales o neurocognitivas, tanto por su manifestación biológica como por su impacto sobre mecanismos de estrés, pueden afectar el sistema inmune e inflamatorio, favoreciendo mayor incidencia de procesos infecciosos, no digamos cuando a una frecuencia alta de infecciones se agrega una inadecuada nutrición.

Cómo estamos

Todos los programas de enfermedades infecciosas de los sistema nacionales de salud, con raras excepciones, VIH es una de ellas, no consideran el vínculo entre la Salud Mental y las Infecciones y la  Enfermedad Infecciosa, pues el énfasis político y de los sistemas de salud, se centra el en el entorno físico y biológico infeccioso y males infecciosos.

En la actualidad, existe ya un cuerpo de evidencia científica y experimental, que demuestra que las infecciones y las enfermedades infecciosas, desempeñan un papel en las afecciones neuropsicológicas y trastornos y ello puede verse en el estado de ánimo de aún bebés y recién nacidos. Por ejemplo, en niños y jóvenes suele incluirse dentro de los problemas de salud mental a esa edad, trastornos por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), esquizofrenia, trastornos obsesivos compulsivos, trastorno del espectro autista, ansiedad y depresión cuya etiología, rara vez se asocia con problemas orgánicos (desnutrición, agresión física y sexual, infecciones). Todavía se ignora el papel exacto el papel de las infecciones y las enfermedades infecciosas en trastornos neuropsiquiátricos Aunque algunos autores han sugerido que en ellos tienen que ver las respuestas inmunológicas e inflamatorias que se presentan con las infecciones y que afectan el desarrollo neurológico y cognitivo Y de igual manera se ha encontrado que no todas las infecciones tienen igual impacto en el desarrollo de enfermedades neuropsiquiátricas y el estado de ánimo.

Pero también nos encontramos con investigaciones del reverso de la moneda que indican que una buena salud mental puede reducir el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades infecciosas, pues se ha encontrado que una buena salud mental, se asocia con una buena sistema inmunitario incluido una mayor producción de anticuerpos e inmunoglobulinas. Tres estudios recientes, han demostrado que una disposición afectiva positiva, una buena sociabilidad, aumentan la resistencia a la influenza y hepatitis b y al resfriado común. En varios estudios realizados en escolares, se ha descrito como aquellos a los que los exámenes y pruebas les producen tensión, son más vulnerables posterior a las pruebas, a contraer el resfriado común o candidiasis. También se ha encontrado, que en los jóvenes y adultos, el apoyo social percibido y real, puede tener un efecto protector a infecciones de las vías respiratorias superiores. Otros estudios han encontrado una asociación entre salud mental, con la regulación de citocinas, qué son moléculas con capacidad de regular el sistema inmunitario.

En general, podemos hablar de qué experiencias de vida estresante y situaciones adversas persistentes, lo que se denomina «estrés tóxico» puede afectar a largo plazo el funcionamiento del sistema inmunitario e influir en la Salud Mental y física a lo largo de la vida.

Algunos estudios más precisos y mejor diseñados, han señalado que hombres y mujeres jóvenes y niños y niñas que han sido infectados con enfermedades de transmisión sexual (ETS) y enfermedades inflamatorias transmitidas por sangre como clamidia, sífilis, VIH, suelen tener mayor incidencia de una autoestima muy baja y corren mayor riesgo de aislamiento social, que los que no han tenido esos padecimientos. También se observa en ellos más casos de depresión y ansiedad e ideación suicida. En el caso del VIH, anomalías y disfunciones neurocognitivas, han sido más estudiados.

Otros elementos importantes a considerar en la relación infección enfermedad mental,  es que algunas infecciones, pueden tener efecto directo sobre estructuras cerebrales ya sea por penetración de microorganismos o sus partículas a estructuras cerebrales y dañarlas. Por ejemplo infección directa y viral al cerebro y consecuencias de la disfunción inmune, se ha estimado que afectan al 50% de las personas con infección por VIH.

Finalmente, diremos que existen fármacos como los utilizados con la hepatitis, tuberculosis y VIH, que pueden provocar síntomas de enfermedades mentales. Tratamientos invasivos utilizados para controlar infecciones o sus daños, pueden contribuir a la angustia psicológica.  Tampoco el sistema de salud debe olvidar, que las enfermedades mentales, pueden tener un efecto de propagación de enfermedades infecciosas, pues muchas enfermedades mentales, se asocian con conductas de riesgo que contribuyen a exposición contagio y transmisión de infecciones. Por consiguiente, las investigaciones han demostrado que las infecciones y las enfermedades infecciosas, son más frecuentes, en padecientes de algunos trastornos de salud mental, incluidos aquellos que son estigmatizados y desfavorecidos pero más aún que no gozan de una buena salud mental.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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