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Vinicio Barrientos Carles


Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior.   Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar.   Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!

Lucas 2:14

Esta es la tercera y última parte de la presente publicación, por lo que copio a continuación los enlaces digitales a las dos partes precedentes, para que la lectora o el lector interesado pueda ponerse al día sobre lo ya escrito: aquí el vínculo para la primera, y aquí el vínculo para la segunda.  No obstante, sintetizar lo escrito puede resultar de conveniencia.  Básicamente, unas primeras reflexiones sobre el consumismo navideño, en íntima correlación con el materialismo con el que se ha venido asumiendo la época, que viene a ser como una fotografía en pequeño de lo que ha llegado a ser la manera mercantilista con la que llevamos nuestras vidas, en estos convulsionados tiempos de la contemporaneidad.

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Paso seguido, partiendo de un meme circulante en redes sociales, que criticaba esta cosificación mercantilista de la época de Navidad, simbolizada por el icónico Santa Claus, el simbólico disfraz para la compra de los regalos y los remarcados gastos de fin de año, pasamos a criticar a los cristianos que salían en defensa del sentido original de la Navidad, como celebración del nacimiento del Jesucristo.   Nuestra crítica iba en la dirección de hacer ver que muchas personas participantes de algún credo cristiano podrían no enseñar a sus niños sobre la errónea, o más bien ingenua, suposición establece que el histórico Jesús de Nazaret nació el 25 de diciembre del año cero de nuestra era, basados en la cronología que usamos: año 2024 después de Cristo.

Lo cierto es que no es así, es decir, ni Jesús nació un 25 de diciembre ni tampoco lo hizo hace 2024 años.   Estos son los dos aspectos eje sobre los que ha girado nuestro lacónico discurrir al respecto de este hecho trascendental en la historia reciente de la humanidad, a los que refiere nuestro titular.  La observación es que los críticos practicantes del cristianismo deberían no solo criticar el materialismo en torno de Santa Claus y la cosificación de las fiestas, sino también profundizar en que las distintas vertientes religiosas afirman, o le dan seguimiento, a prácticas igualmente convencionales, en las que deberían también reparar, en la búsqueda de esa espiritualidad que se persigue.

En este sentido, resumiendo, cabe reparar que las fiestas de Navidad son las más populares de todo el calendario cristiano, sin embargo, conviene insistir, no fueron tal y como las conocemos hoy en día, pues sus raíces se sumergen en tradiciones milenarias, aunque siempre celebrando el acontecimiento concreto del nacimiento de Jesús.  En ese retroceso, se tienen documentos que muestra cómo sus diversas manifestaciones fueron sufriendo, con el paso del tiempo, un proceso de simbiosis y sincretismo religioso con tradiciones paganas, ajenas a la fe cristiana, de una manera compleja en cuanto a la conjugación, tanto teológica como en lo que respecta a las expresiones públicas y de mayor popularidad.

Por ello es que, en la persecución de esta iniciativa esclarecedora sobre las bases históricas de la fiesta de la Natividad, procedimos a separar, distinguir, dos aspectos fundamentales.  Sobre el primero, en torno al día, comentamos que se trataba de la cuestión más sencilla, ya despejada, puesto que se trató de una convención artificiosa, pero altamente conveniente, vinculada con los orígenes paganos de la celebración en el solsticio de invierno, específicamente, el 25 de diciembre.

Es decir, la mayoría de los historiadores serios están de acuerdo sobre un punto: la fijación de la fecha del 25 de diciembre, lo mismo que la del 6 de enero, no descansan sobre una tradición histórica.  Este asunto sobre el origen las fiestas de Navidad y Epifanía remonta a antes del siglo IV, en tiempos posteriores al emperador Constantino I, momento en el que adquieren su forma definitiva, pero ante todo legal, después de la emisión y consolidación de varios edictos en torno del credo y las prácticas religiosas.   Sobre el segundo aspecto, respecto al año, agregaremos en esta ocasión unos primeros detalles.

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Los diversos estudios apuntan a dos festividades, ambas ajenas al  naciente cristianismo, pero fuertemente vinculadas con la convencional escogencia.   La primera, las fiestas Saturnales, eran celebraciones realizadas en honor al dios Saturno, la deidad romana de la agricultura y la cosecha, a propósito del inicio del invierno, en antesala de la primavera.   Aparte de los mitos sobre Saturno, aparecería una segunda festividad, más fuertemente asociada a la época, a la llegada del solstitium, el solsticio de invierno, entiéndase la festividad del Solis invicti.   Esta segunda festividad, exenta de un significado mitológico específico o con alguna vinculación con los dioses romanos, era ampliamente celebrada en todo el imperio, justamente, el 25 de diciembre.

La explicación climática y medioambiental de las festividades del «Sol Invicto» proviene del hecho de que, después del otoño, en el que las horas de oscuridad superan ampliamente a las de luz a lo largo de la jornada, el día comienza a alargarse de nuevo y robarle espacio a la noche.   Así, se conceptualiza como una victoria de la luz sobre la obscuridad.   Este sentido será reinterpretado por los primeros cristianos como una evidente señal en torno de la cuestionada fecha del nacimiento de Cristo, en el sentido de una nueva esperanza para el hombre y el inicio de una renovada humanidad.

Es pertinente que esta nueva forma de entender el solsticio no es del todo original, puesto que se sabe que existen creencia que le preceden.   Es el caso del mitraísmo, religión de origen mistérico, la cual estaba muy extendida en el Imperio Romano entre los siglos I al IV d.C.  En esta religión se rendía culto a una divinidad de origen iranio, llamada Mitra, teniendo la misma una especial percolación entre los soldados romanos.   Los misterios de Mitra concedieron un destacado papel al Sol, impulsando igualmente el culto oficial de Deus Sol Invictus, instituido por el emperador romano Lucio Domicio Aureliano, en 274, fecha desde la cual algunos documentos hablan de la celebración del nacimiento de Jesús por los fines de diciembre.

También es relevante notar que el Sol Invicto de Aureliano no trató de suplantar a ningún dios romano, ni fue impuesto a las poblaciones provinciales, por lo que su culto como dominador del mundo quedó más fuertemente consolidado.   Se observa también que, en paralelo, se desarrolla toda una teología solar, con la significativa participación y colaboración de los neoplatónicos. En los textos del escritor y gramático romano Macrobio, Macrobius Ambrosius Theodosius, de fines del siglo IV, se aprecian los detalles y la culminación de este sincretismo solar.   El domingo, antes día del Sol, pasa a ser el dies Domini, o día del Señor.   Acá, Apolo, hijo de Zeus, jugará un paralelismo fundamental.

Es crucial identificar en el culto solar constituía un puente que se tiende estratégicamente entre el paganismo y el cristianismo emergente.  Ya hemos comentado que el mismo Constantino hizo del Solis Invicti su divinidad suprema.   Además, lo utiliza de una forma política distinguible y bien definida.  Por ejemplo, el mismo emperador aparece representado en el arte con la cabeza radiada, identificándose con este sol, como gobernante supremo.  En complemento, a Constantino le interesa sobremanera retornar a un poder unificador, a un gobernante único, por lo que el monoteísmo cristiano le resultará muy pertinente a sus propósitos.

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Vemos además que, la afamada conversión del politeísmo al cristianismo monoteísta, no se efectuó de una manera abrupta, en un corto plazo, sino descubriendo en ese dios supremo al mismo Sol, el Apolo Solar, correspondiendo las antiguas creencias y deidades con las respectivas del dios de los cristianos.   Así, mencionamos previamente el Edicto de Milán de 313 d. C., mediante el cual el monoteísmo cristiano comienza a asumir una posición de igualdad respecto al paganismo tradicional.   De esta forma, gran parte de la población romana fue, paulatinamente, abandonando la vieja religión politeísta, que había sido enriquecida fuertemente por las aportaciones de los cultos orientales, substituyéndola por una nueva religión que sólo admitía la existencia de un Dios único.

De esta guisa, finalmente, el papa Julio I pidió explícitamente, cerca de 350 d. C., que el nacimiento de Jesucristo fuera celebrado oficialmente el 25 de diciembre, lo cual finalmente fue decretado por el papa Liberio en 354 d. C.  No fue sino hasta el año 379 d. C. cuando el Estado se separó oficialmente del paganismo, y poco después, mediante el Edicto de Tesalónica, 380 d. C., el emperador romano Teodosio obligó a todos los súbditos del Imperio a someterse a la fe cristiana, iniciándose distintas formas de persecución y de condena a cualquier otro tipo de credo.   La edad media emergía desde las fronteras espaciotemporales de Roma.  Aunque son varios los citados, Constantino es reconocido como el punto de inflexión en el fenómeno de la conversión universal.

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Pasamos ahora a la segunda cuestión, quizá más importante, respecto al año del nacimiento del histórico Jesús.  Ya mencionamos que no existe un acuerdo general al que se haya llegado en torno al año exacto del nacimiento de Jesús.  Esto se debe, entre otras cosas, a una compleja relación de la historia de los textos aceptados como canónicos, los cuales fueron definidos, pero no de manera simple, entre los siglos II y IV.  De hecho, tales convenciones implicaron difíciles procesos, en donde la condena y la herejía se encontraban a la vuelta de la esquina.   Es definitivo que una investigación científica y estrictamente histórica no puede conducirse desde los mismos caminos trazados desde lo interno de un particular credo o fe.

En esta tarea de reconstrucción de los hechos uy en la búsqueda de fuentes, debe tomarse en cuenta que lo evangélico, lo canónico, también es resultado de una convención.   Hoy en día se cuenta con libre acceso a los denominados evangelios apócrifos, una grande colección de textos escritos, básicamente, durante la primera mitad del siglo II, aunque algunos son un tanto posteriores.   Allí se encuentra elementos que hablan del nacimiento, vida y prédica de Jesús, los cuales, de diversas formas, pasaron a formar parte de la tradición.  Un ejemplo de un relato que en estos textos se encuentra es el de la Verónica, que vemos aceptado por distintas vertientes del cristianismo contemporáneo.   Otros datos son, por ejemplo, al respecto de la genealogía y distintas narrativas de María, la madre de Jesús.

Estos aspectos o detalles históricos revisten especial interés para los cristianos contemporáneos, en medio de un mundo inundado por las fake news, como bien comentábamos, en artículo previo, al respecto de los gigantes del Quijote.  Hoy en día, si nos damos el tiempo para revisar, la gran mayoría de jóvenes, bajo el poderoso influjo de la cinematografía espectacular, plena de ficción y fantasía, no distingue entre unos Aquiles y Héctor, en la guerra de Troya y un Alejandro el Magno o el mismo Jesucristo, en el sentido de confundir que es historia y qué es narrativa literaria.  Es decir, puede llegar a considerar ficción lo que ha sucedido y creer que una novela es historia.

Así, una primera conclusión de estas reflexiones debería ir en la dirección de comprender los mecanismos para la obtención de los datos históricos y su trascendental importancia.   Por un lado, saber que Jesús sí existió, aunque se ignoren datos importantes al respecto de su vida, como es el caso de los detalles de su nacimiento y los 18 años perdidos, de los que tanto se ha especulado.  Sobre el primer punto, ya hemos subrayado que los primeros cristianos no guardaron ningún interés en el natalicio de Jesús, puesto que lo medular de la predica iba en dirección de su muerte, con la posterior resurrección.  En el siglo I, en las décadas posteriores a la crucifixión, se desarrollaron ideas apocalípticas, priorizando la segunda venida del Salvador.

Hoy en día sabemos que los únicos evangelios canónicos que incluyen datos sobre el nacimiento de Jesús, los de Mateo y de Lucas, no contenían originalmente los capítulos que hablan al respecto.   Esto significa que, para ambos evangelios, escritos durante la década del 80 d. C., los dos capítulos iniciales constituyeron un agregado posterior, posiblemente décadas después de los primeros textos, precisamente cuando los primeros practicantes del judeocristianismo se percataron que la parusía, la segunda venida de Jesucristo, demoraría más de lo que se suponía en las primeras décadas de predicación.

Por otro lado, cosa que no se menciona mucho, los relatos evangélicos de los dos sinópticos citados son parcialmente contradictorios.  Recordemos que Mateo se concentra en narrar sobre el rey Herodes y su obsesión por encontrar y eliminar al bebé que las profecías indican que lo destronaría.   Por otro lado, el relato de Lucas gira en torno del censo, por el cual María y José han de viajar a Belén, con una mención significativa sobre Isabel, madre de Juan el Bautista., quien guarda parentesco cercano con María.    Aunque las dataciones y eventos son relativos, los escenarios no encajan, como rápidamente pasamos a revisar, citando al historiador, filólogo semítico y biblista español, Javier Alonso, quien explica la relativa incompatibilidad cronológica.

Mateo asegura que Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande, poco antes de su muerte. «Como ahora sabemos que Herodes falleció en el 4 a. C., según el Evangelio de Mateo, Jesús debió nacer en el 4, 5, 6 o 7 a. C.».   Posiblemente se hayan dado cuenta de la incongruencia de que Jesús naciera varios años antes de Cristo, es decir, de él mismo. Pero paciencia, llegaremos ahí.

Lucas, sin embargo, no habla de Herodes, pero relaciona el nacimiento de Jesús con el censo de Quirino.  Según su relato, María y José, los padres de Jesús, tuvieron que viajar desde Galilea hasta Belén para poder registrarse en el censo.   El evangelista asegura que se trata del recuento realizado por Publio Sulpicio Quirino, gobernador romano de Siria, que en ese momento incluía Judea, y que la pareja tuvo que viajar hasta allí, a pesar del avanzado estado de gestación de María, porque era el lugar de nacimiento de José.

Sobre lo último, este censo se realizó, como lo testimonió el historiador Flavio Josefo, lo que nos permite dar una fecha: el año 6 d. C. «Es decir, hay una diferencia de mínimo 10 años entre Mateo y Lucas», argumenta Alonso.  En complemento, lo que ya hemos dicho, en torno de la originalidad de los capítulos primero y segundo de los dos evangelios de referencia.   En ello, el catedrático emérito de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Piñero, escribe:

Sabemos que los pegaron porque los personajes del evangelio posterior, de Mateo 3 y Lucas 3, no tienen ni la menor idea de lo que ha pasado en los capítulos anteriores, y hay incluso datos contradictorios», argumenta Piñero, quien asegura que los historiadores sitúan la redacción de esos relatos a principios del siglo II.  Así que es posible que, para cuando se escribió sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, hubieran pasado más de 60 años de su muerte.  Para entonces, se estima que había unos 3.000 cristianos en el mundo, dispersos, además, en distintas comunidades.

También resultan relevantes otros puntos de posible anclaje histórico, como es los relativo a un personaje fundamental en la vida de Jesús: Poncio Pilato.  Se sabe que Jesús murió durante la prefectura del prefecto Poncio Pilato, que tuvo lugar del 26 al 36 d. C., y que comienza a predicar en el decimoquinto año del emperador Tiberio.  Al respecto, correlacionando, se explica: «Si hacemos caso a Mateo, y Jesús nace en el año 4 a. C., tiene sentido. Moriría en el año 30 y tendría, quizás, unos 34 años».

Sin embargo, en contraposición, si hacemos caso a Lucas, las cuentas no salen.  Por ello, se han elaborado explicaciones hermenéuticas en torno a la citación del censo y la importancia que se le da a Belén y la famosa estrella que conduce a los reyes magos hacia la adoración del futuro Redentor.   Será de regresar al punto este de la señal astronómica, de la estrella de Belén, que reviste sus propias complejidades.   Después de distintos análisis, la matanza de los inocentes, llevada a cabo por Herodes el Grande, rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea entre los años 37 a. C. y 4 a. C.,​ en calidad de vasallo de Roma, sigue siendo una de las principales referencias para datar el año de la natividad del histórico Jesús de Nazaret.

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Imagen N° 5

Como conclusión, debemos reiterar el hecho fundamental que ningún documento histórico menciona ni el año ni el momento exacto en que Jesús nació.  Para el tema de la fijación del año 1 d. C., nos trasladamos a Dionisio el Exiguo, un poco antes del año 500 d. C.   Este monje, erudito y matemático de origen bizantino, señaló el año 753 de la fundación de Roma como el año del natalicio de Jesucristo.   Tomó entonces este año como el primero de la era cristiana.   Sin embargo, todo parece indicar que el monje falló en sus cálculos, por cinco o seis años, al omitir cuatro años del emperador Augusto, antes Octavio, y un conflicto aritmético con el año cero, que no existe en la cronología por él implementada.

Este nuevo calendario fue tomando importancia primero entre los cristianos y luego en el mundo secular.  En forma resumida, varios estudios posteriores han señalado que Cristo nació varios años antes de lo que calculó el monje bizantino, dejando como legado a la posteridad las erratas en las que incurrió.   Según estos estudios, Jesús nacería durante el reinado de Herodes el Grande, lo que implica mucho antes del fijado como Anno Domini, el primer año de nuestra era.

En refuerzo, tanto los evangelios como el citado historiador Macrobio señalan que Herodes murió poco después de la masacre de los Santos Inocentes. También sabemos, según datos del historiador Flavio Josefo, que Herodes el Grande murió en el año 750 de Roma. Por lo que se deduce que Jesús debió haber nacido antes de ese año.

Por otro lado, según Lucas, Jesús contaba unos treinta años cuando fue bautizado. Ahora bien, como San Juan Bautista comenzó su ministerio el año 15 del reinado de Tiberio, tenemos un punto de referencia.  El año 764 de Roma es la fecha más probable del principio del reinado de Tiberio. Si añadimos 15 años para llegar al ministerio de San Juan Bautista, estamos en el año 779 de la fundación de Roma. Si para entonces Jesús tenía treinta años, Él nació el 749 de la fundación de Roma, es decir 4 años antes de lo calculado por Dionisio. Entonces, la fecha del nacimiento de Jesús sería el año 4 a.C.

A manera de epílogo, damos cierre con algunas reflexiones complementarias.   ¿Cómo se ha llegado a celebrar el 25 de diciembre el aniversario del nacimiento de Jesús?  De manera lo más objetiva posible, podemos distinguir dos posibles hipótesis: o bien se ha elegido esa fecha por conjeturas basadas en textos no reconocidos desde los inicios de la tradición cristiana, o bien, como hemos explicado, se instituyó esta fiesta por influjo de ciertas solemnidades paganas precedentes.

En cuanto a la primera conjetura, algunos autores han argumentado que se ha llegado a la fecha del nacimiento de Jesús partiendo de la mejor documentada fecha de su muerte. Según una antigua creencia Cristo habría muerto el 25 de marzo, día elegido por su coincidencia con el equinoccio de primavera, es decir, el mismo día en que, siguiendo una idea muy extendida habría sido creado el mundo. En consecuencia, se propone que la encarnación tuvo que realizarse el 25 de marzo y Cristo habría nacido nueve meses más tarde, el día 25 de diciembre.   Como apreciamos, nada científico en este tipo de argumentaciones.

Otros autores llegan a conclusiones diferentes y establecen una relación entre la encarnación y la creación del mundo, y en lugar del 25 de marzo, proponen el 28 de marzo, es decir, el día cuarto, cuando fue creado el sol.   Lejos de cualquier parcialidad, nada sólido sino todo lo contrario.   Por ello los historiadores más serios han concluido lo que acá estamos presentando.   Indicar nuevamente que los pensadores antiguos no se preocuparon especialmente por  grandes precisiones científicas, sino más bien por ideas populares.

En esta línea de ideas, el buen sentido popular no ha imaginado nunca que haya que añadir a la edad de las personas los meses que han estado el seno de sus madres, al menos en Occidente, pues la tradición oriental es ciertamente distinta en este punto.  Por otro lado, en definitiva, debemos aclarar que se propusieron para el natalicio de Jesús otras fechas, en función de una diversidad de criterios absolutistas, como, por ejemplo, en una determinada temporalidad que se defendió la fecha del 20 de mayo.

Por otro lado, la segunda hipótesis a la que estamos haciendo referencia, la que establece la influencia de las solemnidades paganas en la elección de este día, resulta a todas luces más convincente.  Debemos aclarar que en los siglos III y IV, la Iglesia se encuentra en plena competencia con el paganismo, dentro de lo cual el neoplatonismo implica una fuerte amenaza.   Una concepción sincrética y más abarcadora es una estrategia que indica haber tenido un palpable éxito, puesto que no se trata únicamente de predicar una doctrina, sino de procurar su penetración profunda y su perdurable permanencia.

En cualquiera de los casos, el nacimiento de Jesús es un hecho histórico indiscutible, del que a ciencia cierta tenemos pocos conocimientos. Empero, nos consta que la Iglesia eligió estratégicamente una serie de fechas para celebrar las fiestas navideñas, consciente de la importancia que ya revestían los citados días para la religión pagana, por lo que resultaría mucho más sencillo cristianizar estas festividades milenarias, que hacerlas olvidar radicalmente y sustituirlas por otras.  De esta guisa, se ha concluido la elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, sobre la base del simbolismo del solsticio de invierno, un hecho celebrado ampliamente por todas las religiones antiguas.

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Aunque quedan muchas ideas flotantes y varios detalles pendientes, dejamos a la lectora y al lector con estas primeras pinceladas, en la inquietud de comprender los procesos históricos como dinámicos y sociopolíticos, sin que ello reste el trasfondo de lo que celebramos actualmente.   Quizá lo más importante sea evitar el dogmatismo, al que no interesa el cuestionamiento crítico, que separa los hechos de las narrativas, que, a manera de símil, nos trasladan un significado más profundo de lo que literalmente podríamos asumir.   Para el cierre, regresamos al epígrafe, tomado de los versículos del evangelio de Lucas (2:1-14), los que copiamos a continuación:

Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto para levantar un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se realizó mientras Cirenio era gobernador de Siria. Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. 4 Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David, 5 para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta.

Aconteció que, mientras ellos estaban allí, se cumplieron los días de su alumbramiento 7 y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en aquella región que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.  Y un ángel del Señor se presentó ante ellos y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y temieron con gran temor.  Pero el ángel les dijo:

—No teman, porque he aquí les doy buenas noticias de gran gozo que serán para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.  Y esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

De repente, apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían:  «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!»

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[ 1 ]   Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles   ::    https://www.telesurtv.net/news/Navidad-de-la-tradicion-al-consumismo-20151222-0028.html      +      https://es.pngtree.com/freebackground/commercial-christmas-joseph-set-stable-photo_3291690.html    +    https://www.guiainfantil.com/blog/navidad/regalos/los-ninos-son-grandes-consumidores/

[ 2 ] Imagen editada por vbc   ::   https://parpatrimonioytecnologia.wordpress.com/2022/09/13/recreacion-en-3d-de-un-personaje-historico-el-emperador-constantino-i-306-337/

[ 3 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles    ::    https://www.bbc.com/mundo/noticias-63977195#

[ 4 ]   Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles   ::   https://opusdei.org/es-pe/article/3-por-que-se-celebra-el-nacimiento-de-jesus-el-25-de-diciembre/   +   https://medium.com/@nematur/cronolog%C3%ADa-de-la-vida-de-jesucristo-4287864859e1     +     https://www.pinterest.es/pin/natividad-de-jess-elementos-coloridos-de-la-escena-de-la-natividad-png-imgenes-prediseadas-de-jess-jess-nacimiento-png-y-psd-para-descargar-gratis–237564949083871817/

[ 5 ]   Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles   ::    https://es.wikipedia.org/wiki/Herodes_I_el_Grande     +     https://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_de_los_Inocentes

[ 6 ]   Imagen tomada de gAZeta, editada por Vinicio Barrientos Carles    ::    https://www.gazeta.gt/religion-y-espiritualidad-ii/

[ 7 ]   Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles   ::    https://lahora.gt/lh-suplementos-culturales/culturalahora/2024/01/06/la-fecha-de-la-navidad-parte-2/

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